Para el invidente sus manos son
sus ojos. A través del sentido del tacto y su sensibilidad logran aprehender el
mundo. Se trata de una experiencia única, sobre la cual conversamos con el
poeta sevillano invidente Francisco José Cruz, uno de los escritores invitados
a la Feria Internacional del Libro que se celebrará en Valencia del 12 al 20 de
octubre en la Universidad de Carabobo, donde España es invitado de honor.
En Hasta
el último hueso. Poemas reunidos 1998-2007, antología que en Venezuela
edita el sello El otro@el mismo, incluye su poema «Habla el barro»:
Unas manos sin cuerpo,
anteriores al mundo,
parece que crearon a estas manos de barro
que, cuidadosas, hacen con mi forma
una forma distinta de las suyas.
Estas manos no piensan: es el tiempo
el que infunde a sus huesos el instinto
de salvarme del caos.
Yo no hubiera durado sin ser algo concreto.
Estoy siendo una cosa:
esta masa de dedos indudables
ya se ha impuesto a la mía
y he dejado de ser lo que no era.
Me siento circular y hasta profundo,
después de que el calor de una memoria
me asignó este destino
de plato que ya tengo.
Y me plazco en el cuerpo que ahora estreno,
decidido a durar en este instante
cerrado de materia.
Apreciamos la hermosura del decir poético
del escritor sevillano en este poema, en el que a través de sus metáforas y el
amasar del barro nos habla de la creación de la materia, y de cómo las manos
nos salvan del caos de un mundo de sombras dando forma a lo intangible.
«Por raro que te parezca, no he pensado
detenidamente en el tema de las manos, debido tal vez a lo imprescindibles que
son para todos y, más aún, para una persona ciega», nos contesta el poeta desde
Sevilla, al preguntarle sobre la importancia de esta parte del cuerpo, conmovida
por la lectura de «Habla el barro»
Consciente de que la ceguera influye en
su afán de precisión, recurre a documentarse «si es necesario, sobre éste o
aquél detalle para redondear una idea o una imagen».
Extiende conceptos: «a veces creo que soy
el intérprete formal de lo que mi mujer observa por mí. A la hora de crear no
importa lo mucho o poco que se percibe para construir un mundo propio. Según
Eugenio Montejo, el lenguaje nos determina tanto o más que nuestros sentidos.
Por esto, nuestra visión de las cosas está hecha también de la de los demás,
subyacente en la lengua que compartimos».
Publicado en el encarte Salud al día nº 48, del diario El Nacional (Caracas, agosto de 2013).