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Francisco José Cruz y Ramón Gavira (concejal de Cultura del Ayuntamiento de Carmona)
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PALIMPSESTO 31
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El nº 31 de Palimpsesto aparece a los cien años de la muerte de Rubén Darío y a
los cuatrocientos de Miguel de Cervantes, cuyas obras, nunca suficientemente ponderadas, nutren aún con fértil abono los ya viejos campos del verso y la prosa
castellanos. El primero, llamado Príncipe de las Letras, vino de América para
renovar a fondo la poesía española, aireando las compuertas de nuestros cinco
sentidos con otros ritmos y modos de sentir. El segundo, Príncipe de los Ingenios,
quiso y no pudo ir al nuevo continente, pero creó, ni más ni menos, la novela
moderna, haciendo de ella un género proteico en el que todo cabe, desde el
realismo pedestre hasta los vuelos imaginativos más sublimes, en una libertad
sin precedentes para, mediante el humor y la ternura, extraer lo más humano del
hombre. Esta apabullante herencia nos estimula y exige para seguir cumpliendo,
después de veintiséis años de existencia ininterrumpida, el propósito de traer
a Carmona y, por ende, a España, poetas del mundo, sobre todo de nuestra lengua.
Lejos de cualquier intención monográfica,
coinciden en este número varios autores peruanos, sin más relación entre ellos
que la de pertenecer a un mismo país, empezando por el fotógrafo de origen
indígena Martín Chambi (Puno, 1891-Cusco, 1973), cuyas imágenes en blanco y
negro recogen paisajes, retratos, ritos y costumbres de su pueblo. Hombre culto
y de espíritu abierto, su obra posee una importancia capital en la historia de
la fotografía del Perú, tanto por su valor antropológico como artístico. Según
Vargas Llosa, «el mundo de Martín Chambi es siempre bello, un mundo donde aun
las formas extremas de desamparo, la discriminación y el vasallaje han sido
humanizadas y dignificadas por la limpieza de la visión y la elegancia del tratamiento».
Se abre el número con su compatriota
Alonso Ruiz Rosas, nacido en Arequipa en 1959, cuya trayectoria poética está
aquí representada por dieciocho poemas pertenecientes a sus distintos libros,
en los cuales, a través de un inusitado despliegue formal y temático, la ironía
y la compasión se entrelazan hasta lograr una poesía agónica de alto voltaje
emotivo. Completa el conocimiento de este autor una entrevista que define sin
alharacas su equilibrada concepción estética.
Como
en el caso de Ruiz Rosas, también publicamos por primera vez en España una
breve muestra del poeta húngaro György Faludy (1910-2006), traducida e
introducida con admirable belleza por Alfonso Martínez Galilea, quien hace dos
años vertió al español sus imprescindibles memorias Días felices en el infierno, un escalofriante y, a la vez,
esperanzador testimonio de su convulsa peripecia personal y literaria. Perseguido
por los nazis, de los que tuvo que huir
en 1938, y preso en un campo de concentración estalinista durante cinco años,
solo su vital hedonismo y su profundo arraigo en la cultura humanista, pudieron
salvarlo y permitirle llevar una larga existencia que, al menos en parte, compensaría
tan atroz experiencia. Estos siete poemas, algunos bastante extensos, de cuyo
trasvase al español he sido privilegiado testigo gracias a las muchas conversaciones
telefónicas mantenidas con Alfonso Martínez Galilea, revelan la variedad de
registros de Faludy, que oscila entre la descarada sensualidad de sus famosas
recreaciones de las Baladas de Villon
y el tono apocalíptico del estremecedor e inolvidable «Aprende de memoria este
poema mío», que nos advierte como ninguno del peligro de extinción de nuestra especie.
A estos dos amplios bloques, acompañan
poemas de los españoles Inmaculada Lergo, Virgilio Cara y Jesús Aguado; del
joven mexicano Mayco Osiris Ruiz, que a sus 28 años posee un vigoroso mundo
propio de inusual madurez; del colombiano Jorge Cadavid, quien hace más de dos
décadas publicó sus primeros versos precisamente en Palimpsesto, siendo hoy uno de los poetas más mencionados de su
generación; y del peruano Eduardo Chirinos, que nos envió sus poemas dos meses
antes de morir, a los 56 años, sabiendo ya que se moría.
Cierra este número un entrañable texto, escrito
expresamente para nuestra revista, del gran poeta Carlos Germán Belli en
homenaje a Rubén Darío, en el que evoca la importancia que la poesía del nicaragüense
ha tenido en la suya desde temprana edad, cuando su madre le leía versos, que
ella misma copiaba en un álbum. Entre otros aspectos poéticos, resalta la aspiración
espiritual de la carne mediante la plenitud erótica, en sentido contrario a lo
que ocurre en las canciones de nuestros místicos Teresa de Ávila y Juan de Yepes
–que en unos minutos oiremos en la cristalina voz de Amancio Prada–, donde la
unión del alma con Dios necesita de la expresión amorosa propia de un cuerpo
ardiente de deseo.
Pero antes que Belli, naturalmente,
muchos poetas aprovecharon el influyente magisterio de Darío para, partiendo de
sus premisas estéticas, encontrar sus propios caminos. Uno de esos poetas es el
cubano José Manuel Poveda (1888-1926), a quien dedicamos el libro de nuestra
colección con una antología –la primera que aparece de él en España– preparada
por su compatriota y profesora de la Universidad de Granada, Milena Rodríguez
Gutiérrez. Pese a su corta vida, Poveda tuvo tiempo de remover el anquilosado
ambiente cultural de la isla y –superando el posmodernismo de sus inicios, en
cuyo estilo compuso genuinos versos– de cuestionar su propia identidad, creando
el heterónimo femenino Alma Rubens, una auténtica provocación de entonces y
quizá también ahora. Bajo este nombre escribió veintitrés poemas en prosa –él
los llamó poemetos– que expresan, con
la suntuosa pulcritud de una acabada joya, las siempre insatisfechas
transgresiones eróticas de una mujer poseída por sinuosos y oscuros deseos, muy
adelantada a su época. Es increíble que estos veintitrés poemetos, como concentrados brillos de una noche inquietante –todos
incluidos en este libro– no hayan tenido fuera de Cuba hasta la fecha la más
mínima repercusión. Ni que decir tiene que hallazgos así justifican plenamente
la existencia de Palimpsesto.
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Esta es la segunda vez que
Amancio Prada, cantor de poetas antiguos y modernos, cultos y populares, viene
a Carmona para honrar con su música –siempre al servicio de la poesía– el acto
de presentación de un número de Palimpsesto.
La primera fue hace tres años, cuando realizó un generoso recorrido por su
indeleble trayectoria en el claustro del Convento de Santa Clara. Aquella
memorable actuación alcanzó tal complicidad emotiva que aún resuena en los
corazones de quienes la presenciamos, al punto de ser considerada por muchos un
hito irrepetible en la ciudad.
Desnuda, aérea, ensimismada, la voz de
Amancio Prada parece hecha expresamente para cantar –o mejor, transparentar–
los delicadísimos poemas de Santa Teresa y San Juan, en los que, más acá o más
allá de su índole religiosa, el amor profano y el sagrado se funden con todos
sus matices en una inefable intimidad, a la que lo mismo le sirve la
conceptuosa copla octosilábica como la refinada lira renacentista.
La prueba más reciente del sostenido
interés por la poesía mística de este exquisito juglar es La voz descalza, concierto de carácter unitario en el que, mediante
un hilo conductor y una cuidada puesta en escena bajo la luz simbólica de dos
velas, como trasunto espiritual de estas dos figuras esenciales, alternan canciones
de ambos poetas en pos de una trascendencia última.
© JM Rodríguez Muniz
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© JM Rodríguez Muniz
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© JM Rodríguez Muniz
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Amancio y Fran se funden en un abrazo después del concierto
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Firmando discos
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Fran Cruz con José María Sousa (técnico de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla) y Carmen Herrera (diseñadora de Palimpsesto)
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Chari Acal entre Amancio Prada y su inseparable Christine Bürger © Francisco Hidalgo |
Celebrando en el Bar Los Dolia con un grupo de amigos la noche de Amancio
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VÍDEOS
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"Romance de Nossa Senhora da Barca" (García Lorca)
© Fernando Romero
"Libre te quiero" (García Calvo)
La segunda voz es de Mª Mar Herrera Romero, sentada entre el público
La segunda voz es de Mª Mar Herrera Romero, sentada entre el público
© Fernando Romero
© Mª Mar Herrera Romero
Carmona, 3 de junio de 2016