MANERAS DE VIVIR (1998)

A Chari,
estos poemas,
que también son suyos.




EL FUNAMBULISTA

Por los altos cordeles de la ropa
el día hace equilibrio y lento pasa
de puntillas al lado que no vemos,
                                                          allí,
donde entonces el mundo se constata.
A veces se detiene y mira


                               abajo
sus brillos demorándose en las casas
o a mujeres que tienden en los patios,
poniéndole más trabas a su marcha.
Si perdiese un instante el equilibrio
y cayese hasta el suelo con su masa
de nubes y de pájaros monótonos,
de viento repentino y fría calma,
a lo peor probamos la sospecha
de que el cuerpo del día es un fantasma :
un don nadie buscando su materia,
perdida desde siempre en la galaxia.




EL VISITADO

Otra vez ha venido,
puede que a interesarse por mi vida,
pero más bien a probar si yo aún le obedezco.

Está oyendo una mosca.
Quizá por complacerlo yo también
presto oído aunque sé que no puedo escucharla.

No sé nada del tiempo :
tan sólo los instantes en que salgo al cristal
compruebo en su existencia mi existencia.

Sólo he visto del mundo
los diversos semblantes con que viene a buscarme,
que de un modo inmediato los aprendo

para cuando se vaya
- no he podido jamás averiguar adónde -
componer esas muecas instantáneas

y vislumbrar, al menos,
qué me voy a encontrar si alguna vez consigo
pasar esta tersura inexpugnable.

Mientras tanto, aquí estoy
extraviado en esta transparencia
de intervalos secretos en los que no me mira.

Asomado a mi espacio,
tal vez a confirmar que aún existo
o ver por qué mi cuarto es idéntico al suyo,

nos miramos sin darnos compañía
y, conforme se aleja,
silencioso me esfumo para que él me viva.




MANERA DE JUGAR

Mi hija ha descubierto
que las puertas se mueven
sin irse de sus sitios.

No sabe que es el aire
quien las abre y las cierra
a su capricho.

Pero al revés que al aire,
a ella le falta
el empuje preciso

para abrirlas del todo
o cerrarlas de golpe
sin dejar un resquicio.

Mi hija, a su manera,
ya percibe que el mundo
es fronterizo:

entra y sale de todo,
pero aún no distingue
si ha entrado o si ha salido.
Y no sabe, además,
que tras alguna puerta
se esconde su destino.


EL TRAVIESO

Siempre hay que recordarle al poema
que tiene que ayudarnos a escribirlo.
Su carácter ausente casi nunca
colabora con la necesidad
de decir que tenemos.
El tiene la manía incorregible
de no expresar lo que pensamos,
de proponernos otras cosas
e incluso, con frecuencia,
de callarse.

Por esto, debemos obligarlo
a escuchar cada palabra que decimos
-si es posible en voz alta -
hasta que consigamos que se siente
en la arena remota de algún folio
y con sus dedos de aire vaya haciendo
el dibujo preciso de la voz.

El poema no aguanta aquí sentado
y a los pocos renglones ya desobedece,
trazando con los pies
los garabatos que le van saliendo
a la vez que se acerca hasta la orilla
del folio y allí naufraga,
como un niño advertido del peligro
que implica no hacer caso a quien lo cuida.

                            

HABLA EL BARRO

Unas manos sin cuerpo,
anteriores al mundo,
parece que crearon a estas manos de barro
que, cuidadosas, hacen con mi forma
una forma distinta de las suyas.
Estas manos no piensan: es el tiempo
el que infunde a sus huesos el instinto
de salvarme del caos.
Yo no hubiera durado sin ser algo concreto.
Estoy siendo una cosa:
esta masa de dedos indudables
ya se ha impuesto a la mía
y he dejado de ser lo que no era.
Me siento circular y hasta profundo,
después de que el calor de una memoria
me asignó este destino
de plato que ya tengo.
Y me plazco en el cuerpo que ahora estreno,
decidido a durar en este instante
cerrado de materia.




ELEFANTE EN UN ZOO

Entre el reino animal y el mineral, esta montaña
se mueva o se detenga, se tumbe en plegamientos
      [silenciosos
o se ponga de pie de pronto como si recordara que tiene que seguir sosteniendo a los árboles enormes que ahora
      [lleva tan sólo en la memoria;
esta montaña que convierte, a cada paso suyo, un
      [minuto en una piedra,
haga lo que haga, tapa el horizonte de su propia vida,
resignada como un elefante sin esperanza alguna de
      [vagar por la selva.
Boca o gruta, acerco pedacitos de pan que la mole
      [succiona
y un vaho caliente sale de su interior antiguo
como si alguien o algo todavía habitara allí dentro,
a pesar de esta inmensa soledad geológica



LANZA O REMO

                             Cultura Lambayeque
                             Período Intermedio Tardío
                             1000-1200 d. C.

A veces tiene el tiempo
maneras de vivir
que hacen de la historia un imposible
y sin embargo explican
la claridad oculta de las cosas.

Lanza o remo, no se sabe,
pero el objeto existe todavía,
dentro de la vitrina, de pie,
como una certidumbre que dudase.
Lanza o remo. Lo trajeron
sin memoria y sin olvido
y en esa indecisión
del infinito habita,
como el brazo incorrupto de algún santo.

Lanza y remo, porque el tiempo
es ubicuo cuando la historia muere.
Y perdidos los nombres de las cosas,
las cosas comienzan a vivir a su manera,
sin alma pero con cuerpo,
ya que en el reino material de las cosas
los inmortales son los cuerpos,
no las almas,
y por esto son siempre las cosas más reales
que nosotros.

 
CAMINO DE CIPRESES

La mañana es un camino
hecho de sombras antiguas
y de este sol de ahora mismo.

En medio de estas dos filas
de cipreses, la mirada
con la lentitud intima.

Sin moverse de sus sitios,
los cipreses van andando
hacia un esbelto destino.

A ninguno se le ocurre
apartarse de su fila :
el orden da certidumbre.

Acaso están esperando,
con infinita paciencia,
que yo también me haga árbol.

Me planto detrás del último
y, casi sin darme cuenta,
con ellos ya me confundo.

 
LA MESA

Si una cosa de las que tiene encima
le dijera que siempre no fue mesa,
que sus patas fueron antes raíces
- aunque las tenga lisas, torneadas -,
lo negaría con todos sus clavos,
barnices y molduras a pesar
de las vetas o venas que la cruzan.

Nunca ha echado de menos una rama
flexible, acogedora. Sin embargo,
siempre dispuesta todo lo recibe
sin quejarse del peso ni del roce.
Necesita sentir encima cosas
como si fueran pájaros dormidos,
confiados al ser de la madera.




MANERAS DE DESARBOLAR

I

La sombra se le queda
desorientada
después de que un hachazo
lo derribara.
La sombra, de repente,

ya no se alarga
ni se acorta. La sombra,
desarraigada,
espera que también
la trunque el hacha.

II

El viento lo sacude
y lo sonsaca.
No sé que busca el viento
entre sus ramas
que el árbol no descubre.

El viento asalta
su copa y lo registra
y desarraiga,
hasta que, al fin, lo tumba.
El viento pasa.

III

También escucha el árbol
a su manera :
estiradas las hojas,
el tronco alerta
y erguido en su tensión,

porque se acerca
el fuego crepitando
hasta que llega
a su altura. Ni un pájaro
canta su ausencia.


IV

A veces, vuelve el tiempo
a tener ganas
de que la eternidad
de un árbol
                caiga
sobre cualquier sopor

de la mañana.
Así, el árbol se deja
caer sin lástima,
sin que ni un solo árbol
mueva una rama.

 
EL TESTIGO FUGAZ

Ese que no seré se me adelanta
y se vuelve hacia mí, de vez en cuando,
para ver si yo estoy interpretando
sus huellas, siempre huérfanas de planta.

A puñados de días él me espanta
las ganas de seguirlo divisando
y a puñados de noches va cegando
mis ojos, que aún lo ven cómo levanta

el polvo del destino, mientras siguen
deshaciéndose en la tierra sus huesos
como inciertas señales a distancia.

Tal vez la soledad y el sueño liguen
la ausencia de su carne y de sus huesos
a la carne y los huesos de mi infancia.


                                REVISIÓN


Los sabios, que han buscado en sus almas a la sabiduría, saben que son hermanos lo que es y lo que no es.
                 Del Rig Veda, Himno de la Creación

En el vientre de mi mujer, el hijo
se está haciendo poco a poco: él surge
de sí mismo: cada miembro se forma
en el hueco adecuado para ser
quien será cuando nazca y llore solo.

En el vientre de su tumba, mi madre
se queda, poco a poco, sin su cuerpo.
Y en el hueco que deja cada miembro,
pone el polvo señales de que allí,
en sí misma, mi madre se deshace.

Ninguno de los dos está en el tiempo.
Así que, sin camino, no han podido
ni siquiera cruzarse en un segundo.
El ser con el no ser jamás coincide
y nunca se han tocado ni de lejos.



                             MANERA DE COMER

                                Tengo en el plato, ya partido,
un pedazo de carne
de venado que corre por detrás de las dunas
mientras yo lo mastico y lo digiero
tan despacio
que acaso también él se haya parado
en cualquier tronco absorto del camino.

El cuchillo raspando sobre el barro del plato
me chilla que ahora mismo
él escarba en la tierra.
Y el sabor de su carne le va dando
al deleite furtivo de mi lengua
la tensa fruición de la berrea,
que a la noche extenúa con su celo.

La salsa me revela
que acaban de abatirlo en un recodo
implacable del bosque.
Cuando dejan los buitres en la arena
solamente los huesos
esparcidos
sobre un charco de sangre,
el plato está vacío.

 
MANERAS DE BIÓLOGO

Ha adoptado la espera de un árbol en medio del invierno.
Sabe quedarse quieto entre los pliegues absorbentes del día
y pedirle prestados a un águila los ojos,
que en la altura contemplan algo que en los suyos no existe.
No busca descifrar la lengua de los pájaros,
porque ha descubierto que los pájaros
jamás necesitaron decir nada.
Ha aprendido a quitarse las huellas de los pies
y pisar de puntillas por la sombra de un lince.
A veces, la belleza es una incógnita del paisaje
y ninguna ecuación es capaz de despejarla.
Casi siempre resuelve en el papel
aquello que en la vida sigue siendo un misterio.
Un asombro excesivo puede desorientarlo.
Se atreve a poner nombres a plantas y a insectos
que acaso no existían por no tener palabra.
Siente mejor que nadie que él es otro animal.
Por esto, fácilmente, se olvida de sí mismo
y por esto le resulta la muerte
la forma más sencilla de que siga la vida.

 
MONOS EN UN ZOO

Deambulan, no pasean, van y vienen
y cogen, no por hambre, por desidia
los pedazos de pan que les echamos
desde arriba del mundo.

Aún no han aprendido
a saltar de una ausencia
a otra ausencia del bosque que perdieron
y por esto sus ojos no miran lo que ven.

Acaso, cuando nadie los observa,
anudan sus recuerdos
altos y enmarañados de la selva
y se cuelgan de ellos para mecer su exilio.

Sólo cuentan aquí
con un espacio circular, sin tiempo,
y una especie de escalera de hierro
en la que, al apoyarse, mitigan el vacío

de no entender qué mundo
están deshabitando día a día,
pan a pan, tedio a tedio
y no encontrar la vuelta ni la fuga.

Tal vez han decidido -al menos los ancianos-
no gastar energía inútilmente
y engordar de desidia, tumbados en el suelo,
solos a la redonda, como un reloj parado.





MONÓLOGO DE ASTRONAUTA

Salimos disparados La nave se cimbrea bruscamente Subimos
a doscientos kilómetros de altura sobre la Tierra Ya hemos
      entrado
en la órbita que recorremos a veinte mil kilómetros por hora
Hace cinco minutos que pasamos Hawai y atisbo California
El tiempo es una estela que dejamos al paso El espacio la
      borra
el espacio indecible el espacio sin trampas ni cartón el espacio
engullendo nociones y medidas dejándonos sin puntos de
      apoyo
Gira y gira la nave y cada giro completo alrededor de la Tierra
gasta algo de mí de mi memoria me deja a la intemperie de mí
      mismo
Voy dejando de ser quien hasta entonces era allí abajo ¿abajo ?
Estoy fuera del mundo estoy flotando sobre la misma nave que  avanza
como si no avanzara Estoy flotando mientras Hawai aparece
     otra vez
y desaparece Sigo asomado a la ventana Observar desde aquí
es siempre ver lo mismo en lo distinto lo distinto en lo mismo
     El espacio
el espacio ese absorto despliegue de distancias sin fin no se
     parece
en nada a lo que el hombre imagina qué puede ser la libertad Y floto
pero ahora también sobre mi memoria igual que si la Tierra no
     fuera
más que un recuerdo inverosímil de mi vida Aquí la soledad
     no pesa
Por eso la esperanza de volver se evapora donde vivir es ver
tan sólo las estrellas sin marcas del supuesto destino de los
      hombres
La soledad no pesa mientras floto en lo que voy diciendo sin
      pensarlo
en lo que voy pensando sin que yo se dé cuenta porque el
     espacio engulle
los rastros y las fábulas la prisa y la paciencia el comienzo y el
      fin



IDO

Quizá se trate ahora
de guardar por un tiempo las palabras:
desenredarlas
con cuidado
del oído,
sacarlas de la boca
y escribir solamente con la voz,
atendiendo al rumor de sus cambios
de tono
y al flujo perentorio de un hilo de saliva.

Casi todos los días deambula por la calle
                     un grito
llevando de la garganta a un hombre,
exponiéndolo al sol y a la lluvia,
al tráfico sin tregua,
      y dejándolo
en el centro de su misma intemperie
cada vez que se calla.



                          MIMO SOBRE LA ACERA


Ese cuerpo de hombre ya no quiere ser hombre.
Se conforma tan sólo
con algunos

ademanes mecánicos entre absortos e insomnes
-callado siempre al modo
sordomudo-.

Atento y distraído, cubierto de colores
-de blanco entero el rostro-
ya está a punto

para ser un muñeco detenido en el borde
de la acera. Curiosos
sin apuros

echan allí monedas para ver qué resortes
se activan en el fondo
de su truco.

 
A PALO SECO

Este palo,
 ya sin ramas,
erguido sobre la acera,
es el tronco que yo tuve
y es el bastón de mi ausencia.
Con él tanteo el alcorque
(el espacio que me queda),
toco la tierra hacia abajo:
mis raíces
no me orientan.
Como siempre el sol
y, a veces,
el agua hasta aquí se llegan.
No sé si es un despilfarro
o son labores secretas
las que el sol y el agua cumplen
bajando por mi corteza.
Puede que yo no esté muerto,
sino arraigando por fuera
de mi sombra y mi semilla,
como los pájaros vuelan
flotando sobre el vacío que sus mismas alas crean.
Me estoy quedando sin mí.
Y, aunque el viento en mí
tropieza,
entre estar de pie o tendido
ya no encuentro diferencia.




BUEYES EN LA CIUDAD

Atraviesan las calles remotos e inminentes como temblor de tierra.
Se tragaron el tiempo hace ya muchos tedios y son por eso montes,
montes que han aprendido a dejarse llevar como yunta de bueyes.
No se sabe si avanzan dormidos o despiertos porque están siempre
      [a punto
de ser petrificados cada vez que se paran. Cada vez que se paran.

 



POR PROPIA INEXPERIENCIA

Ya sabemos, por propia inexperiencia,
que los muertos, poco a poco, se acomodan
en sus tumbas
y cada siglo que no pasa por ellos,
se sienten más a gusto de ser nadie.

Tan sólo se conforman con tener
a su alcance una tibia
incompleta o cualquiera
de las partes del cráneo,
para al menos no olvidarse
de quienes fueron, ahora
que el tiempo se les pudre en cada cosa
que tuvieron en vida.

Los muertos se rehacen del asombro
de quedarse sin ellos para siempre
y, como ya no esperan regresar
a este mundo,
se desprenden sin prisa de sus cuerpos
y, sin ojos ni oídos,
sin manos y sin pies,
se internan en sus propios vacíos
hasta llegar al sitio en donde el mundo
aún no ha comenzado.


 
EL AUSENTE

A Dios le vienen bien las negaciones
que su ubicua inmateria provoca en tanta gente.
Controversias y dudas contribuyen
a que Él siga haciendo tan sólo lo que crea
conveniente, sin tener que cambiar
sus programas de vidas y de muertes,
porque ya casi nadie lo va teniendo en cuenta.

A Dios no le interesa que entendamos sus obras,
sus magnánimos gestos, su visión a distancia.
La ambigüedad de todo así lo salva
de hacer revelaciones engorrosas.
Él prefiere que olvidemos que existe.
Por esto en cualquier sueño puede darle
por bendecir a todos
los que jamás en Él han confiado
y así les agradezca
la inestimable ayuda que le siguen prestando
para dejar de ser alguna vez, quién sabe,
incluso su inmateria.


                                 EL PEREZOSO


Es una criatura insólita, cuyo pelaje ha sido colonizado por las algas, que pende colgado de una rama como un gigantesco fruto y que se deja despedazar en vivo por una harpía antes de que sus uñas en forma de garfios abandonen el sólido asidero al que permanecía suspendido.
                                        F. Rodríguez de la Fuente

Colgado de cualquier rama
se deja el cuerpo
confundido con el bosque
o sus reflejos.
Duerme casi todo el día.
Quizá por esto
ya no sepa distinguir
vigilia y sueño.
Acaso de esta manera
cumpla el proceso
que va de sentir su carne
a olvidarla
por completo.
Y así consiga ignorar,
para siempre, si está vivo
o si está muerto,
antes que lo despedace
una harpía
por ejemplo.

 
MANERA DE DORMIR

             Duermes por las mañanas
                más tranquilo,
                ya se ha ido la noche.
                            Antonio Deltoro

Mi abuelo pasa frío aunque se tape:
el calor de la vida
lo recorre a intervalos.
El frío que ahora siente no le viene de fuera,
sino de las rendijas de los huesos.
Por esas grietas invisibles
entra
poco a poco el vacío.

(Ni con mantas consigue ya dormirse).

Quizá pase la noche vigilando
detrás de cada grieta de sí mismo,
y trate de taparla
con pegotes resecos de memoria
mezclados con los restos
de los sueños de infancia.

No lo despierta el día: se lo encuentra
repartiendo argamasa por los huecos
del miedo. Baja entonces
de la cama,
despacio,
y se viste para dormir tranquilo
en su sillón de siempre.
La luz lo va lavando, mientras duerme,
de las incertidumbres de la sombra.

Ahora que ya el siglo casi tiene sus años,
puede que no le asuste morir una mañana:
tal vez el sol se le cuele por dentro
-aunque tenga los ojos
cerrados como lápidas-
y le afirme los huesos al borde del destino,
antes de que otra noche resquebraje su obra.



 
MANERA DE ENVEJECER

Los tesoros soñados y vistos en su propio entorno son diferentes cuando se los aparta de él.
                                                   Janet Frame


Ya no me reconoce
la mesa de cocina.
Son demasiados años sin sentarme ante ella
diariamente a comer
con toda la familia.

La he traído conmigo
y le he dejado el cuarto
trastero de esta casa donde juega mi hija,
sobre ella, a comer
con cubiertos de plástico.

Pegada a la pared,
la noto ensimismada
como si todavía sostuviera los platos
que servía mi madre
o una de mis hermanas.

Acaso sea el cambio
de espacios, y no el tiempo,
lo que más envejezca a las cosas y las -haga
perderse, casi ausentes,
en sus propios recuerdos.



MANERA DE DECIR

Escucho en una grabación antigua
las voces de poetas que ya han muerto.
Son voces bien despiertas,
ajenas por completo a la ceniza
de las gargantas que las alentaron.

Tienen la eternidad que esas gargantas
ni siquiera soñaron y, no obstante,
sólo pueden decir
estas pocas palabras que han quedado
al margen del silencio, cuyo cauce

divide para siempre la memoria
del olvido. Las palabras son claras,
parecen recién dichas,
pronunciadas ahora que las oigo,
como si nunca hubieran conocido

garganta, lengua, labios. Voces solas
hablando decididas de la ausencia
sin que puedan callarse.
Tal vez están diciendo lo que aquellos
poetas no dirían si volviesen.

 
ESTURIÓN EN UN ACUARIO

Viene del origen del mundo, por eso habita
en el fondo del mar, que es el fondo del tiempo.
Atravesó los siglos bajo el vidrio cambiante
de las aguas, para reproducirse
y atender el reclamo de lo eterno,
hasta llegar aquí:
espacio en que el final
del mundo ha levantado paredes de agua fija.
Quizá busque salir porque tantea
con sus barbillas táctiles.
El cristal es un agua que no tiene retorno
y así la transparencia no es más que un espejismo.
Extinguida su especie en esta cuenca
de largas amalgamas, sobrevive
en el agua estancada del destiempo.
Por ella sube y baja, sube y baja,
resignado tal vez al cautiverio
sin fin que lo condena
a no volver al mar y a no morir.
Su destino, por tanto, sigue siendo
nadar contra corriente,
aunque ya no remonte ningún río
y tan sólo se adapte
a estar fuera del mundo.
Hoy lo vemos flotando en un futuro
que no le corresponde
y, a salvo de la vida, vive aún.

 
ORFANDAD

                    Exposición de juguetes del siglo XV.

Se quedaron sin niños los juguetes
que están aquí, al alcance de los ojos,
dentro de la vitrina.

Llevan ya varios siglos aburriéndose :
mutilados y quietos, han perdido
su sitio en la alegría.

Se quedaron sin niños los juguetes.
Niños que son el polvo que ahora cae
por sus formas, sin prisa.

Juguetes olvidados por la muerte
-a salvo de sus manos destructoras-
y también por la vida.

La eternidad los tiene prisioneros
entre frágiles vidrios transparentes
que del azar los libra.

Se quedaron sin juegos los juguetes
y sólo entre ellos mismos ya no saben
cómo pasar los días.

 
MIS PADRES

Están aquí conmigo.
No sé cómo probarlo. Me acompañan.
Están aquí conmigo,
apoyando su ausencia
común en estas líneas y aferrados,
como pueden, a los rasgos filiales
de mi insomne genética.
Están aquí, tratando de apuntarme
algo que yo no he escrito todavía.
Están aquí, sin siquiera el atisbo
ambiguo de sus sombras.
Pero velan por mí,
a pesar de que yo los niegue ante mí mismo
y me empeñe en creer que son menos que nada.

 
LA COSTURERA Y EL MENDIGO

Con sus hilos de luz la tarde teje
una capa de sombra para echársela
por los hombros al día : ese mendigo
que vaga por las calles pidiendo unos minutos
que siempre despilfarra.

La tarde, casi a ciegas, ya termina
la única tarea que le encargó el destino.
Y, arrastrando los hilos que le sobran,
se asoma a la ventana de su cuarto
y allí espera que el día le recoja
la capa y se despida con el gesto
impreciso de siempre.

La tarde aún lo mira
alejarse de espalda,
prendida su mirada en la negrura
de la capa impecable.



MANERA DE NO SER

Los fantasmas no existen: son tan sólo unos vagos
temblores de vacíos
o de sueños.

Ni sábanas nocturnas ni cadenas ni pasos,
ni siquiera el ruido
que hace el viento,

son señales propicias para ver el milagro
de una imagen sin visos
de sus huesos.

Descarnados e insomnes, desconocen el barro
primordial del destino.
Son desvelos

inciertos de la infancia -la muerte no ha llegado-
o el perfil imprevisto
de un espejo.

Los fantasmas no existen : tan sólo son amagos
de quienes nunca fuimos
ni seremos.

Acaso se conformen con vivir sin ser algo :
ni sombras de un olvido,
pero eternos.

 
PETICIÓN

                  Habla un poquito conmigo que después
                de muertos ya no podremos hablar.
                                   De Juan Ramón a Zenobia

Habla un poquito conmigo,
dime lo que se te ocurra,
que el silencio es transparente cuando la muerte nos busca.

La corriente del destino fluye por nosotros súbita:
frenemos los dos el tiempo
con nuestras voces muy juntas.

Hablemos aunque no hablemos.
Entrémonos en la duda
de estar vivos o estar muertos y no callaremos nunca.