A MORIR NO SE APRENDE (2003)

A Chari,
estos poemas
que también son suyos.



COMIDA FAMILIAR

Una mesa, unas sillas, un sofá,
dos sillones y cuadros.
En esta habitación murió mi madre,
donde ahora cenamos.

Comemos y bebemos sin echar
de menos el armario,
ni las mesas de noche ni la cama,
donde nací. Brindamos.

En esa cama se murió mi madre:
nosotros la velamos
en torno al mismo sitio donde ahora
rebañamos los platos.



DOS CIPRESES

A un lado de la piscina
familiar hay tres cipreses.

Los plantamos hace poco
pero uno ya no está verde:

se ha secado de raíz.
Y aunque erguido permanece,

justo con la misma altura
de los otros dos, su suerte

ya está echada. Sin embargo,
el arbolito no advierte

(como el sol aún lo dora
y el viento a veces lo mueve)

que nunca dará una sombra que se alargue por el césped
y llegue un día hasta el agua y en el agua se refleje.

A un lado de la piscina
familiar hay dos cipreses.



LA SUICIDA

Si abandono sobre el pretil del río
el bolso
el monedero
las llaves
los zapatos
con el gesto automático
con que al entrar en casa
soltaba todo sobre cualquier silla
será porque a mi cuerpo lo arrastra la corriente
aunque aún yo me encuentre aquí asomada
a punto de lanzarme
al fondo de estas aguas familiares
donde de niña
me bañé sin miedo.



MOSCA ATRAPADA EN ÁMBAR

Siempre volando
desde que empezó el mundo
sin otro cambio
sutil de rumbo
que el de entrar en la muerte
que es sólo un punto
                              fijo
Sus transparentes
                             alas
se han salido del tiempo
ya para siempre



NIÑA PERDIDA

Desde que regresó a la infancia
por la calle deambula absorta,
arrastrando los pies (el pelo
blanco, las manos ya temblonas).
Algo murmura mientras anda,
se ríe y de repente llora.

Hasta la puerta de mi casa
llega casi todas las tardes
y, con su voz de niña ausente
dice que la espera su madre.
Le digo que aquí ya no vive
y se extraña de equivocarse.



MIENTRAS AGONIZA

Mi hermano, desde ayer,
no admite medicinas
ni digiere alimentos.
Ya no sé si me escucha:
casi no abre los ojos
cada vez más ajenos.
Las visitas lo besan,
me acompañan un rato
y se van. El enfermo
de la otra cama tiene,
durante todo el día,
el televisor puesto.
Con tal de que no monte
otro escándalo más
y no pierda los nervios,
aquí nadie se atreve,
como es un drogadicto,
a pedirle silencio.
Si está de buen humor,
baja un poco el volumen
y hasta se pone tierno
para hablarle a mi hermano,
como si lo escuchara,
sobre lo que está viendo.



CUARTO DE LOS HERIDOS

                                  Museo de Guerra

Agujeros de bala en las paredes
indefensas y sucias.
                                     Catres,
a ras de suelo, soportan el peso
muerto de la memoria.
                                  ¿O muere,
después de tanto tiempo,
algo en ellos aún
que nadie advierte ?



ABANDONADA

A la intemperie, apoyada en un muro,
ya no cede ni cierra el paso a nadie
aunque tiene dispuesto el picaporte
y su postura vertical parece
invitarnos a abrirla. Acaso ignora,
todavía, que ya no es una puerta.



ELECCIÓN POR CATÁLOGO

Rica la gama de ataúdes nobles :
simples y repujados, de interiores
forrados y desnudos.
No es fácil elegir entre el desplome
del ánimo y la oferta (que es derroche),
casi sin tiempo alguno.

Quizá la resistencia y la belleza
sean dos aspectos a tener en cuenta
también en el olvido.
Y aunque la carne al fin desaparezca
entre oscuros barnices y maderas,
que esté cómodo el sitio.



IMAGINACIONES MÍAS

Rendido en un sillón, escucho al otro
extremo del pasillo a mi mujer
y a mi hija, jugando a puro grito.
Las oigo amodorrado : mi hija pasa,
casi sin darse cuenta, del llanto a la alegría.
Y en el sopor severo
de la siesta, imagino
que he muerto hace unos meses
y que tras el desorden
y el dolor de semanas
incrédulas, absortas,
mi mujer reanuda su vida con la niña
como antes de morirme.



BASTANTE MEJOR

-Pasé cuatro meses realmente malos,
con un tratamiento muy duro. Perdí
casi veinte kilos. Aunque ahora me encuentro
bastante mejor y ya incluso trabajo.
Claro, el cáncer de piel sigue estando ahí.
Me dicen que no desaparece pero,
por el momento, lo tienen controlado.
Mañana me toca revisión. En fin,
a ver cuándo me quitan el tratamiento.



EN UNA NECRÓPOLIS ROMANA

Mientras paseamos entre las tumbas,
el guía nos da nombres, fechas clave
y señala
motivos, detalles arquitectónicos,
conservados aún en la caliza,
y nos habla
de lo mucho que ha desaparecido
por desidia de la administración
y por malas
maniobras en las excavaciones
primitivas de unos aficionados
entusiastas.



RESTOS REVELADORES

Quizá porque se sienten todavía montañas, se presienten eternos.

Eternos hasta el día en que descubren los restos de algún viejo elefante

y, antes de abandonarlos, los cargan largo trecho como si comprendieran

que ellos no son montañas aunque en sus cimas hurguen libremente los pájaros.



MATICES

En la casa de enfrente ha muerto un hombre
con el que muchas veces me he cruzado
por la calle, sin saludarnos nunca.
Ninguno de los dos necesitaba
hablar para desconocernos.
De modo que su muerte
sólo cierra la posibilidad
de un furtivo saludo.

Lejos de esta ciudad está muriéndose
una mujer más joven que su vida.
Yo he hablado con ella algunas veces
sin abundar jamás en ningún tema.
Tenemos esa relación
basada en el afecto
de parientes lejanos que se caen
bien porque no se tratan.

La muerte del vecino me resulta
tan creíble que no lo echo de menos.
En realidad, su ausencia ha sido siempre
la misma, aunque su cuerpo ya no cruce
ni siquiera su sombra con la
mía. Pero la muerte
de la mujer (que aún no ha sucedido)
me resulta increíble.



YA ERA TARDE

Mi padre quiso que lo incineraran.
Desde el primer infarto, lo dejaba
caer, como el que no quiere la cosa,
en conversaciones sin trascendencia.
Hablaba por hablar, pero en el fondo
era su modo de dejarlo dicho.
Como sentía la muerte cercana,
su comentario nos incomodaba
y le salíamos con una broma
o al momento cambiábamos de tema.
Quizás alguien pensó en el crematorio
cuando metían la caja en el nicho.



LA BÚSQUEDA

Buscamos, entre abrazos y caricias,
a los niños perdidos en cualquier
esquina de la carne.

Al cabo de los años, preferimos
creer que se perdieron. Sin embargo,
dentro de aquellas tardes

de precipitaciones y arrogancias,
de domésticas dudas sobre el mundo
y urgencias sexuales,

ellos nos estorbaban con sus gestos
pueriles, su vergüenza repentina
y apegos familiares.

Así que en un bullicio los soltamos
de la mano y, casi sin darnos cuenta,
los despistó una calle.

Pero ahora que tu vida y la mía
son una, los buscamos a pesar
de que ya no sean nadie.



DE VACÍO

A veces me entran ganas de escribir un poema
sin tener el asunto ni la forma.
En verdad, es el cuerpo tan sólo el que desea
decir alguna cosa.

Comparto su tensión concentrada y alerta,
el vacío expectante que lo roza,
su paciente impaciencia y esa doble manera
de llenarse la boca

de silencio y saliva que en un trago se mezclan.
El cuerpo siempre aguarda que yo escoja
la idea. Pero cuando, sentado ante la mesa,
me pongo a hacer memoria

de algo que los dos vivimos aunque sólo fuera
imaginado entre cambiantes sombras,
me quedo entero en blanco (las manos en las teclas)
y no abrimos la boca.



DESPUÉS DEL FUNERAL

Pasé ante la familia
pero no la acompañé al cementerio.
Me quedé en un bar con un amigo,
hablando de los últimos fichajes
y de la nueva pinta del equipo.



HABITACIÓN 228

El de la otra cama no ha llegado.
No estará todavía enfermo.
Sin embargo, la cama ya lo espera
con sábanas en el armario.
No pierde la paciencia :
sabe que llegará
tarde o temprano.



HABLA UNA CAMISA

Se ha vestido muchas veces conmigo,
así que ya estoy hecha a las arrugas
y pliegues de su cuerpo.
Me da la sensación de que tampoco
él me extraña : se mueve
con naturalidad, tan sólo el cuello

cuesta un poco abrocharlo.
Su padre lo tenía
menos grueso.



MUERTE DE UN PÁJARO

Colgada todavía en la pared,
como si su presencia
no dependiera del canto de un pájaro
o su instinto de fuga,

ella sigue guardando la distancia
mínima entre barrotes
y sólo el aire, pájaro sin cuerpo,
la habita y deshabita.

Acaso la costumbre de ser jaula,
como toda costumbre,
la ha encerrado en sí misma y no la deja
sentirse ya vacía.



NO TENÍA IMPORTANCIA

Quedé en llamarlo por la tarde a su casa
pero cuando me acordé ya estaba muerto.
Hablábamos casi todas las mañanas
sobre la faena de cada momento:
poda, abonado o eliminación de plagas.
Esa mañana me llamó por teléfono
porque le dolía mucho la garganta.
Dijo que iba a pedirle al guarda de riego
que durante un ratito cortara el agua,
mientras le mandaba cualquier cosa el médico.
Como en el fondo no tenía importancia,
volvería al campo sin perder más tiempo
(con tanta calor era muy necesaria
el agua para los arbolitos nuevos).
Quedé en llamarlo por la tarde a su casa,
seguro de que le dolería menos.



SU ÚLTIMA VISITA

Quizá la cara de mi hermano
               ya no exista siquiera
pero echado en este sillón
sobre el que él se echaba cada
vez que venía a verme paso
mis dedos por su barba que antes
de acariciarla era la mía
y me hundo más en los cojines
mientras lo escucho respirar
por mí que sin sentirlo ya estoy
               dentro de aquella caja
que yo sostuve al enterrarlo.



CANCIÓN

Cómo iba yo a imaginarme,
cuando era chico,
que mi abuelo antes que abuelo,
sólo era un niño
que jugaba a la pelota
con otros niños
en una calle sin coches
o en un baldío.

Cómo iba yo a imaginármelo,
cuando era chico,
dando sus primeros pasos
entre dos siglos,
de la mano de su madre
o ya solito.

Cómo iba yo a imaginarme,
cuando era chico,
a mi abuelo en una cuna
recién nacido.

Cómo iba yo a imaginarme
lo que imagino.



MIENTRAS LO INCINERAN


Paseamos, mientras, por la avenida
central del cementerio, flanqueada
de cipreses
viejos como las tumbas que sombrean.
Hay un silencio propio de jardín que
un cortacésped
rompe de vez en cuando. Su ruido
rebaja la emoción de nuestra espera
y nos sorprende
casi a gusto de estar aquí charlando
sin prisas y olvidando por momentos
a la muerte.



ANTE LOS TOROS DE GUISANDO

El sol el agua el viento (día a día año a año siglo a siglo) los dejan menos
broncos.

No protegen el campo ni el ganado, hoy nadie los adora, por fin son piedras
sólo.

La intemperie los libra, puede que  para siempre, de fervores remotos.

No es el tiempo el que los hace eternos (el tiempo ya pasó sobre sus lomos),

sino la paciencia inconmovible de la roca, nutrida de abandono.

Y a la misma distancia de la vida y la muerte, quizá se olvidaron de hacerse
polvo.



CON MI HIJA

Papá, ¿los niños también se mueren?
Creía que sólo se morían los viejos.
Si no me hago vieja,
¿me muero?
Yo no quiero morirme.
Y si no subo al cielo,
¿qué hago dormida en una caja
todo el tiempo?
Todo el tiempo voy a aburrirme.

Papi, cuéntame un cuento



EN EL WÁTER

Mi madre murió de cáncer de colon.
La recuerdo yendo deprisa al wáter
para no cagarse por el camino.
Tal vez por entonces desconociera
que su enfermedad era ya incurable
o tal vez fingiera como nosotros.
Ya me limpio, tiro de la cisterna,
me lavo las manos y cierro el grifo.



NO ME ATREVO

No me atrevo a intentar ciertos poemas
por el temor a que, tarde o temprano,
sus presagios se cumplan.

Poner el miedo en órbita
es como darle cuerda
a un destino olvidado por la vida.

Los versos que recuerden lo que aún no ha ocurrido
podrían dar ideas
al ogro atolondrado del futuro.



UN CHOPO

Toco el tronco de un chopo mojado por el relente de la noche última:
al tacto no parece madera, sino macizo cristal o mármol.
Las ramas, sin hojas y sin pájaros.
Las raíces, como siempre, ocultas.

En medio del frío y de la niebla, su quietud remota es la renuncia
a todo aquello que lo distraiga de la intemperie estricta del campo.
No duerme ni medita: es un árbol
tan sólo que a ser hombre me ayuda.



A MORIR NO SE APRENDE

Vivir no es una escuela,
ni siquiera un camino,
que ya hubiera borrado la intemperie.

El tiempo no nos lleva
de la mano : es el aire,
el que arrastra a capricho los papeles.

No se aprende a morir.
Siempre andamos perdidos
en medio de las cosas y la gente.