jueves, 4 de septiembre de 2014

ANDRÉS BARRIOS, POETA GOLIARDESCO


Conocí a Andrés Barrios –artista polifacético por antonomasia– en casa de Eugenio Montejo, la misma noche en que nuestro añorado poeta hubiera cumplido 75 años. Allí, su mujer Aymara y su hijo Emilio Alvar convocaron en torno a su recuerdo a varios amigos íntimos y, en un ambiente cálido, de emociones contenidas, Andrés Barrios y Bartolomé Díaz Sahagún –el dúo de El taller de los juglares– nos hicieron el inesperado regalo de cantar para nosotros, a instancias de los anfitriones, las piezas musicales compuestas sobre poemas de Chamario, las juguetonas rimas infantiles del colígrafo Eduardo Polo. Además de la deliciosa belleza de las composiciones, me atrajeron, de manera hipnótica, las dotes interpretativas de Andrés, quien a cada canción le daba el justo matiz cómico que requería, modulando, por momentos, la voz como un consumado ventrílocuo.
      Estas mismas cualidades, sólo entrevistas en aquella entrañable reunión, se exhiben con desvergonzado descaro en este ramillete de situaciones jocosas, procaces, repugnantes, críticas, irreverentes o macabras, según los casos, que nuestro poeta goliardesco, con la habilidad de un tierno prestidigitador verbal lleva al colmo del divertimento hasta quitarnos de encima la pesada ropa de viejos pudores líricos y humanos. El libro, sin confundir el poema de humor con la chabacanería del chiste barato, despliega sus fábulas y cuentos juglarescos mediante un ritmo encantatorio, casi de danza, donde, respetando la estructura clásica del soneto o del sonetillo, predomina un verso de arte mayor, que distribuye sus acentos en cláusulas tetrasilábicas y cuyas sugerentes rimas nunca suenan a ripio.
      Así pues, estos poemas de Andrés Barrios, tan reales como imaginativos, se sitúan por derecho propio dentro de la larga y desatendida tradición humorística de nuestra lengua y nos recuerdan que la poesía puede ser también un saludable modo de reírnos de nosotros mismos hasta la más hilarante exageración.

Carmona, febrero de 2014

Prólogo a Sonetos y aquellos de Andrés Barrios (Libros del fuego, Caracas, 2014)