Estas mismas cualidades, sólo entrevistas
en aquella entrañable reunión, se exhiben con desvergonzado descaro en este
ramillete de situaciones jocosas, procaces, repugnantes, críticas, irreverentes
o macabras, según los casos, que nuestro poeta goliardesco, con la habilidad de
un tierno prestidigitador verbal lleva al colmo del divertimento hasta
quitarnos de encima la pesada ropa de viejos pudores líricos y humanos. El
libro, sin confundir el poema de humor con la chabacanería del chiste barato,
despliega sus fábulas y cuentos juglarescos mediante un ritmo encantatorio,
casi de danza, donde, respetando la estructura clásica del soneto o del
sonetillo, predomina un verso de arte mayor, que distribuye sus acentos en
cláusulas tetrasilábicas y cuyas sugerentes rimas nunca suenan a ripio.
Así pues, estos poemas de Andrés Barrios,
tan reales como imaginativos, se sitúan por derecho propio dentro de la larga y
desatendida tradición humorística de nuestra lengua y nos recuerdan que la
poesía puede ser también un saludable modo de reírnos de nosotros mismos hasta
la más hilarante exageración.
Carmona, febrero de 2014
Prólogo a Sonetos y aquellos de Andrés Barrios (Libros del fuego, Caracas, 2014)