Francisca Aguirre y Fran Cruz. ©R.Acal |
Francisca Aguirre y Antonio Machado:
un encuentro decisivo
por Francisco José Cruz
Las fechas redondas ejercen en nosotros
una atávica atracción, ya sea para conmemorar un personaje, una batalla u otro
acontecimiento célebre de cualquier índole. Estas efemérides reconcilian a la
comunidad consigo misma, reforzándola en sus creencias o, en caso contrario,
liberándola de inconfesables remordimientos, aunque a veces resulten
anacrónicas e incluso inoportunas por no coincidir, pasado el tiempo, con las
maneras e ideas de una época.
Cuando Francisco Hidalgo, director de la Sede Olavide en Carmona, me propuso
organizar un acto dedicado al 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado,
me pareció que, equidistante de la erudición académica y del lugar común, debería
estar alentado por su entrañable verso «Poesía, cosa cordial», dada la
arraigada presencia de su figura y su obra en nuestros corazones, al margen de
los cambiantes gustos literarios. No en vano, Juan Ramón Jiménez, durante su
larga vida, mediante ensayos, notas y entrevistas, consideró siempre a Antonio
Machado el poeta más importante de su generación y de las que iban asomando por
entonces en el horizonte poético de la lengua. Pensándolo despacio, comprendí además
que la propuesta de mi amigo estaba más que justificada, si tenemos en cuenta
la perentoria necesidad que sentimos hoy de modelos éticos y estéticos que reanimen
nuestra alicaída confianza en el ser humano, desorientado como pocas veces en
su historia. Así pues, dejarnos llevar por el ejemplo de don Antonio en esta
grave coyuntura actual es, al menos, un consuelo seguro. En él, vida y obra,
conducta y pensamiento se corresponden íntimamente como las dos caras de una
misma moneda. Sin ir más lejos, a lo largo de su intachable trayectoria, su
equilibrado sentido de las formas poéticas, tan dúctiles como serenas, tan
fieles a una tradición como a sus propias intuiciones expresivas, reflejan ya
el humanismo de su filosofía antidogmática, asumiendo en ella las irreductibles
contradicciones del hombre. De ahí la reiterada apelación de sus versos y
prosas al diálogo con el otro que somos y con los otros, hasta que atender y
entender sean verbos casi sinónimos: «No es el yo fundamental / eso que busca
el poeta, / sino el tú esencial».
Quizá no haya hoy en España nadie con más autenticidad moral –no digo
crítica– para recordar a Antonio Machado que la poeta Francisca Aguirre. Nacida
en 1930, a sus nueve años, acompañada por sus padres y sus hermanas, una
lluviosa noche de finales de enero, atravesó en penosísimas condiciones la frontera
hacia Francia, camino del exilio, junto a miles y miles de personas despavoridas
y derrotadas, entre las cuales, según lógicos indicios, se encontraría seguramente
el maestro sevillano. Francisca Aguirre refiere en su poema «Frontera» esta
verosímil coincidencia de una niña –ajena a tan dramática circunstancia– con el
viejo poeta que moriría en Colliure casi un mes más tarde. Ella con su familia,
tras esperar infructuosamente en el puerto de El Havre semanas enteras un barco
que la trasladara a alguna parte civilizada del mundo, no tuvo más remedio que
volver a España para soportar incalculables humillaciones por ser hija del
pintor Lorenzo Aguirre, quien al formar parte del gobierno de la República, fue
asesinado a garrote vil en 1942. Ni siquiera las súplicas de Francisca y sus
hermanas, en insólita visita al Palacio de El Pardo, un 16 de julio a la hija
de Franco, niña también como ellas, aprovechando que era su santo, evitaron la
muerte de su padre.
Marcada, pues, por la miseria moral y económica de posguerra, no cedió
nunca, sin embargo, a las tentaciones del rencor o la venganza, sino que, muy
al contrario, siguiendo el conmovedor consejo de su abuelo materno, se metió dentro
todo su dolor y lo puso a trabajar a favor de la vida. Con esta disposición
generosa, fue haciendo suyos los principios humanistas de la Institución Libre
de Enseñanza, heredados de su familia e inspiradores de la obra machadiana.
Ellos le han permitido comprender a fondo las maravillas y los horrores de
nuestra especie, hasta darse cuenta de que sólo la piedad, la educación y la cultura
son capaces de enfrentar la barbarie y darnos algo de felicidad. En este afinamiento
de la sensibilidad descubrió en su adolescencia la poesía de Antonio Machado,
cuyo conocimiento ahondó y compartió de manera decisiva, ya en su juventud, con
los poetas Félix Grande –su marido–, y Luis Rosales, quien la colocó junto a él
en el Instituto de Cultura Hispánica, donde trató a grandes autores
hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX, como Julio Cortázar, Octavio
Paz, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sábato o Juan Rulfo. En este estimulante
ambiente, pese a la cerrazón política de aquellos momentos, Antonio Machado no
dejó de ser su referencia más luminosa, aunque su carácter pasional, expansivo
y elocuente, a la vez compasivo y enérgico, parezca oponerse al talante
abstraído y silencioso del poeta sevillano.
Su obra
poética, que es una fiel indagación de sus experiencias vitales y artísticas
–en ella vida y arte resultan, en el fondo, inseparable– se reúne hasta 2000 en
el volumen titulado Ensayo General, al que le siguen, entre otros libros, Nanas para dormir desperdicios (2008) o Historia de
una anatomía
(2010), por el que recibió el Premio
Nacional de Poesía en 2011. Espejito,
espejito es su libro de recuerdos, un
estremecedor testimonio personal de esta mujer admirable, que por primera vez
visita Carmona.
Francisca Aguirre nos
mostrará en su charla, con el contagioso fervor de una discípula agradecida,
cómo los versos del maestro –más allá de sus incomparables virtudes líricas– la
ayudan a vivir, sintiendo en ellos al hombre que los escribió más cercano, sin
duda, que aquella aciaga noche de 1939, hace ahora 75 años.
©A.C. Karcomen |
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La poeta Guadalupe Grande se incorpora a la mesa para el coloquio.©R. Acal |
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©Televisión Carmona |
©Televisión Carmona |
De izqda. a dcha.: Chari Acal, Pepe Gutiérrez (profesor de Matemáticas), Fran Cruz, Goyi Plaza (profesora de Literatura y ferviente machadiana), Paca Aguirre y Lupe Grande. ©R. Acal |
VÍDEOS:
© A.C KARCOMEN
Televisión Carmona:
Palacio de los Briones, sede de la Olavide en Carmona, 26 de septiembre de 2014