En
la presentación de la película dirigida por Fernando Meirelles, A ciegas,
adaptación de la novela Ensayo sobre la ceguera, el autor de esta, el
Premio Nobel José Saramago declaró que «la peor ceguera es la mental, que hace
que no reconozcamos lo que tenemos delante». En este sentido, el poeta
sevillano Francisco José Cruz matiza que «una de las cualidades básicas que
debe tener cualquier artista, no solo un poeta, es la de no engañarse a sí
mismo; tener el valor de afrontar sus propias limitaciones, sus terrores y sus
inseguridades».
Francisco José Cruz nació en 1962 en
Alcalá del Río, pero reside en Carmona, asimismo en la provincia de Sevilla.
Poeta y ensayista, está promocionando durante este año la reedición en España
por la editorial valenciana Pre-Textos de su poemario Un vago escalofrío,
publicado en 2015 por Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia).
Francisco José Cruz le ha abierto a gatrópolis las puertas de su casa y de
su Arte Poética, y le ha dado algunas de las claves de su creación literaria:
su fuente de inspiración, sus inquietudes artísticas, su admiración por la
literatura hispanoamericana, el origen de su amor por la poesía… Y en qué
medida ha podido influir en su capacidad creativa la ausencia del sentido de la
vista.
¡Ay del carpe diem!
Con qué facilidad
nos vamos del
momento en el que estamos,
lamentando su
fuga
aun antes de que
pase,
sin haberlo
vivido plenamente.
Con qué sorda
insistencia
recuerdos y
temores nos distraen,
dejándonos así
con un pie en el
ahora
y el otro en el
ayer o en el mañana.
Tanto
desequilibrio
a cierta altura
de la edad nos lleva,
involuntariamente,
de una cosa a
otra cosa
hasta que a duras
penas nos centramos.
La creación literaria a partir de la propia
experiencia
«La
única manera de que lo que diga uno sea personal es escarbando dentro de uno
mismo y transformando o procurando transformar la experiencia personal en la
que se basa el poema en algo tan auténtico como la experiencia que vivió»,
explica Francisco José Cruz. «No quiere decir que la copie, porque cualquier
experiencia vivida o imaginada, en el momento que se reelabora en un poema, en
un cuadro o una sinfonía, acaba siendo otra cosa», matiza el poeta. Pero afina
diciendo que «la experiencia solamente es el punto de partida para desarrollar
una emoción o un pensamiento determinado. Pero en esa transformación de la
experiencia vivida al hecho estético del poema hay que procurar no ponerse
trampas; hay que ser fiel al fondo que te guio para hacer el poema», concluye.
Función ornamental
Encima de cada puerta
de la casa, mi mujer
ha ido colgando una máscara.
Formas en madera o barro
que hoy a nadie provocan
sugestiones sagradas.
Es esta inofensiva
función ornamental
la que protege a la casa
–frívola, distraídamente–
de temibles certidumbres
y tenaces esperanzas.
Su fuente de inspiración y su apoyo creativo
Arte poética
Cómo voy a
olvidarme
de que sin ti yo
nada hubiera escrito,
si eres tú quien
les da
a mis prosas y
versos
la humedad
afectiva y su sentido.
Con los años, mi
amor,
ya no sé qué es
lo tuyo y qué lo mío
en esta fiel
tarea
de ser tu amanuense,
poniendo tus
ideas en mis ritmos.
«Chari
y yo llevamos juntos casi 30 años, más de media vida de ambos. Sin ella no
hubiera desarrollado mi vocación poética con la plenitud con la que la estoy
desarrollando». De esta manera explica Francisco José Cruz la importancia de
Chari Acal, su pareja sentimental en su viaje vital y artístico, en la creación
de su obra. «A Chari, que está en todos mis versos» es la dedicatoria que el
poeta realiza en Un vago escalofrío. En su poema «Arte poética»,
publicado en esta obra, mezcla amor y poesía a la par, como si el yo del poeta
se confundiera con el de su fuente de inspiración. Y bien que lo consigue el
autor.
Cogiditos de la mano
Aunque no nos
demos cuenta,
siempre andamos,
amor mío,
al borde de
nuestra ausencia.
Cogiditos de la
mano,
siguiendo nuestro
camino,
llevamos ya
veinte años.
Tú nunca me
soltarás,
yo nunca te
soltaré
hasta que llegue
el final.
Y no quiero
preguntarme,
cogiditos como
vamos,
a quién le
llegará antes.
El vínculo del poeta con Chari, como él
mismo asegura «no solo es porque suponga una ayuda física e inmediata en
aquellas cosas que yo por mis limitaciones no pueda hacer, sino porque su
sensibilidad a la poesía está tan cultivada o más que la mía, tiene tantos
intereses literarios como yo, y hemos puesto nuestras vidas al servicio de la
poesía y trabajamos los dos a una».
Esa unión ha generado un rico caudal de
vivencias que se ve reflejado en la creación literaria de Francisco José Cruz,
quien reconoce que «con los años yo necesito su aprobación en todo lo que hago.
Muchas de las ideas que yo desarrollo en mis poemas y en mis ensayos son
sugerencias suyas».
¿Habrá algún antecedente en la poesía
como este? Amor y creación poética, «Cogiditos de la mano», como titula en el
referido poema; fuente de inspiración y báculo para caminar por entre los
versos. «Ya no me imagino escribir y leer sin ella. Mutuamente nos
enriquecemos. Estamos muy compenetrados. Cuando escribo estoy siempre pensando
en qué pensará ella, en qué me sugiere. Para mí es decisiva», confirma.
No me importaría
Con
tal de estar siempre juntos
a mí
no me importaría
que
nos quedáramos solos
en el
planeta los dos
aterrados
e inmortales
cuando
ya pasara todo.
Una creatividad sin límites
Francisco
José Cruz publicó en 1984, con solo 22 años, su primera obra: Prehistoria de
los ángeles (Premio Barro de Poesía de Sevilla). Desde entonces, su lucidez
creativa la ha aprovechado como un don innato para regalarnos la riqueza de su
literatura. Ciego de nacimiento, el poeta alcalareño, no obstante, advierte que
«no tengo conciencia de que la ceguera haya influido en algún aspecto
determinado y concreto de mi vocación poética». Es más, asegura que «una
persona que tenga sus cinco sentidos en condiciones y que maneje todos los
recursos de la poesía hasta la fecha conocidos no es garantía de que sea mejor
poeta que el que solo maneje tres sentidos y cuatro recursos poéticos». Al hilo
de esta afirmación, explica que «lo importante es aprovechar la experiencia que
uno tenga, pase por el sentido que pase, y que esté bien reelaborada en el
poema». Por ello considera que «las limitaciones físicas de una persona no
restan posibilidades creadoras en ningún caso», aunque «tampoco las aumentan»,
apunta. «El mérito está en la audacia de elaborar adecuadamente la experiencia
vivida».
¿En qué sentido ha podido influirle la
ceguera? El poeta responde que «si no hubiera sido una persona ciega, es
posible que hubiera hecho otro tipo de poesía, pero no sería ni mejor ni peor,
sino diferente». Francisco José Cruz recuerda los años de infancia, cuando
estuvo internado en un colegio de la once.
Admite que ahí podría haberse ido labrando esa tierra de creación que ha sido
posteriormente su obra literaria. Recuerda aquella etapa tan significativa como
años complicados que podrían dar explicación a poemas como «Orfandad», Maneras
de vivir, dedicado a unos juguetes del siglo xv expuestos en una vitrina, con los que nadie juega ya;
están aparcados. «Ese sentido de la claustrofobia que expresan algunos poemas
míos pudiera vincularse remotamente a las vivencias que tuve de niño y, por
consiguiente, debido a mi ceguera», presupone. «Pero esto es un ejemplo de lo
que he dicho antes –continúa–: cómo una experiencia que no se relata para nada
en el poema, como puede ser el internado, se resuelve en el poema con un tema
aparentemente distinto al del internado. Es decir, situaciones agobiantes y
claustrofóbicas, cuyo tema nada tiene que ver con la ceguera pero que esta
puede estar alentando desde el fondo».
Un poeta artesanal
Mi vieja máquina
Desde la
adolescencia
ya me acompaña
fijando mis
silencios
y mis palabras.
Así que en ella
he escrito
todos los poemas,
todos sin
excepción
hasta la fecha.
Cuánta paciencia
tiene
mi vieja máquina,
pues aún la aporreo
con torpe maña.
El ruido tosco y
seco
que hacen sus
teclas
acaso está en el
fondo
de mis poemas.
Esta maciza Perkins
todo lo aguanta
menos que yo la
cambie
por otra máquina.
«Escribo todavía en una máquina braille Perkins
que usaba en mi adolescencia. La misma que me regaló mi padre, la que llevé al
instituto cuando estudiaba bup en
San José de la Rinconada, en el instituto Miguel de Mañara», responde Francisco
José Cruz cuando se le cuestiona por las herramientas usadas para plasmar en
algún soporte el fruto de su creatividad. Y en ese sentido reconoce que «no me
he puesto al día en la informática, en parte porque tengo a Chari al lado, en
parte porque me considero un manazas en todo lo relacionado con las
tecnologías, y en parte por una cuestión romántica». Y es que declara resuelto
que «a estas alturas de mi vida, a mis 57 años, prefiero escribir mis poemas y
mis ensayos en la misma máquina en la que vengo haciéndolo desde adolescente».
«Mi vieja máquina» es un poema,
perteneciente a Un vago escalofrío, que refleja lo que dice. Y es que su
unión a su añeja Perkins es tan intensa y duradera como la de Chari. El
poeta es fiel a la lectoescritura en braille: «escribo mis poemas y muchas
veces los compongo de memoria. Y cuando más o menos tengo el poema enjaretado,
lo remato con la máquina», confirma. Y ahí es donde coge la mano de Chari para
volver a caminar por el camino creativo: «Una vez que no soy capaz de mejorar
el poema se lo dicto a Chari. Y normalmente vuelve a haber otras correcciones
últimas basadas en las observaciones que me hace», finaliza.
La poesía hispanoamericana y la influencia en su
Arte Poética
«A mis veintipocos años, cuando yo aún no había encontrado mi voz propia
como poeta e iba tanteando sin saber ni cómo ni qué quería expresar, y antes de
encontrar esa voz más personal, mi mundo más propio, el que expreso a partir de
Maneras de vivir, tenía la insatisfacción del lector», comenta Francisco
José Cruz. Ello lo refiere el poeta porque «salvo excepciones», en los poetas
españoles de su generación no encontraba obras que le animaran, «en las que yo
me pudiera reconocer de alguna manera», matiza. Así, la manera que tenía de
ampliar sus horizontes dentro de su lengua era conocer lo más a fondo posible
la poesía que en español se hacía en el mundo. Y ahí surgió su deseo de
explorar, de descubrir nuevos caminos en la poesía. Y los encontró en Latinoamérica.
«En España está el origen de la lengua y de nuestra literatura –añade–, pero
después de 500 años del Descubrimiento tenemos maestros tanto en España como en
Hispanoamérica». Por ello se considera «heredero tanto de poetas españoles como
hispanoamericanos», asevera.
Casi treinta años de la revista Palimpsesto
Francisco
José Cruz fue asesor literario de la Biblioteca Sibila-Fundación BBVA de Poesía
en Español y lo es actualmente de Sibila, revista de arte, música y literatura.
Y en 1990 fundó la revista Palimpsesto, «especialmente atenta a la poesía
hispanoamericana», de la que sigue siendo su director.
«Afortunadamente –explica– tuvimos la
oportunidad gracias al patrocinio exclusivo del Ayuntamiento de Carmona de
fundar una revista que en 2020 cumplirá 30 años de existencia ininterrumpida,
con el propósito fundamental de dar a conocer la poesía hispanoamericana, a
poetas de distintas generaciones y de distintos países».
La idea surgió de ese afán suyo que hemos
explicado anteriormente por descubrir a esos poetas que todavía en España no
habían sido publicados. Así, reconoce que «el primero que se beneficiaba como
lector de esa búsqueda era yo». La revista fue cogiendo vuelo, «fuimos
madurando y más pronto que tarde la importancia de la revista está en
satisfacer la curiosidad de todos los lectores de poesía del ámbito hispano».
Treinta y cinco años creando poesía
Francisco
José Cruz nació en Alcalá del Río, Sevilla, en 1962. Ha publicado los
siguientes libros de poemas: Prehistoria de los ángeles (Premio Barro de
Poesía, Sevilla, 1984), Bajo el velar del tiempo (Sagunto, 1987), Maneras
de vivir (I Premio Renacimiento de Poesía, Sevilla, 1998; México, 2004;
Bogotá, 2006), A morir no se aprende (Málaga, 2003; Bogotá, 2006), Hasta
el último hueso. Poemas reunidos 1998-2007 (Mérida, Venezuela, 2007), El
espanto seguro (Sevilla, 2010), Vía Crucis (plaquette, Carmona,
2011), Con la mosca detrás de la oreja (antología personal, Bogotá,
2011) y Un vago escalofrío (Bogotá, 2015, Valencia, 2019).
Es, además, autor de varias compilaciones
y ediciones de poetas hispanoamericanos. Dirige en Carmona, desde su fundación
en 1990, la revista Palimpsesto, especialmente atenta a la poesía
hispanoamericana. A instancias de Juan Carlos Marset, por entonces delegado de
Cultura del Ayuntamiento Hispalense, creó en 2004 el proyecto Casa de los
Poetas de Sevilla. Fue asesor literario de la Biblioteca Sibila-Fundación
BBVA de Poesía en Español y, actualmente, lo es de Sibila, revista
de arte, música y literatura.
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