Observaba Joseph Brodsky que si el verso libre surge, entre otras razones, por cansancio de la rima y los metros clásicos, estos reaparecen con pujanza un siglo más tarde por cierto agotamiento de aquel. Aunque, al menos en nuestra lengua, algunas estructuras tradicionales no han dejado de cultivarse, sí ha habido renovado interés por ella en las últimas décadas, sobre todo por el soneto, al que Óscar Hahn recurre con frecuencia. Sin embargo, este interés no pasa de ser, en muchos poetas, un acto reflejo tan mimético como el mantenido hasta hoy por los versos sin medida: meras ristras de líneas, cuyos cortes parecen, casi siempre, aleatorios.
Para Hahn, la tradición no es un fin en sí misma. A diferencia del artesano ―que repite técnicas aprendidas para fabricar los mismos objetos sin más cuestionamientos― él vuelve a aquellos elementos que, bien manipulados, le permiten expresar su propio mundo. De ahí que no dude en aprovechar viejos ritmos y sus atmósferas hasta registros y perspectivas experimentales. Metros y estrofas de muy distintas procedencias, lejos de constituir meros soportes formales, participan, a través de sucesivas capas fónicas y significativas, de la visión de las cosas de un hombre moderno. Así, por ejemplo, «111 Ciudad en llamas» (Arte de morir, 1977), mediante un desarrollo formal clásico de sabor medieval, potencia con sus irradiaciones, guiños y reminiscencia de ritmo y tono, la imagen ambivalente del ardor amoroso y de un incendio atómico. Esta audaz amalgama de temas y procedimientos técnicos ―donde dominan los pronombres enclíticos y las rimas agudas― es la que provoca el efecto explosivo y arrollador que se pretende, al contrastar su dramatismo con ese aire anacrónico y juguetón:
Entrando en la ciudad por alta marla grande bestia vi su rojo serEntré por alta luz por alto amorentréme y encontréme padecerUn sol al rojo blanco en mi interiorcrecía y no crecía sin cesary el alma con las hordas del calortemplóse y contemplóse crepitarArdiendo el más secreto alrededormi cuerpo en llamas vivas vi flotary en medio del silencio y del dolorhundióse y confundióse con la sal:entrando en la ciudad por alto amorentrando en la ciudad por alta mar
Los poemas de Óscar Hahn casi no se apartan del amor y la muerte, pero su amplitud de miras ―debida al mutuo contagio entre forma y fondo, que consigue diversos tratamientos de estos dos asuntos― da la impresión de una obra de mayor abanico expresivo y temático del que en realidad despliega. Amor y muerte cosen el tejido anímico de un hombre de nuestros días, indefenso e incrédulo, que se refugia de los merodeos de la muerte, de su violencia contemporánea y la fugacidad del amor en una sutil distancia irónica, aparentemente desenfadada. Esta actitud privilegia la descripción de un hecho sobre el discurso preconcebido y justifica el amago cursi de estos poemas, cuyo fenómeno Óscar Hahn ha estudiado en la obra de Herrera y Reissig, y que en la suya propia convierte en recurso, uno de los más singulares y decisivos, para mí, de su poesía.
Según Hahn, «lo cursi se hace presente cuando la distancia que media entre la pretensión y el logro es tal, que el desajuste se hace relevante y se carga de significación. […] El fracaso no proviene de que el hablante se haya quedado corto en la consecución de su objetivo; proviene de que ha pasado de largo» . En la poesía de Hahn, dicha distancia está siempre graduada en favor de cierta dosis de ingenuidad sentimental deliberada como, por ejemplo, en «Sociedad de consumo» (Mal de amor, 1981).
Caminamos de la mano por el supermercadoentre las filas de cereales y detergentes
Avanzamos de estante en estantehasta llegar a los tarros de conserva
Examinamos el nuevo productoanunciado por la televisión
Y de pronto nos miramos a los ojosy nos sumimos el uno en el otro
y nos consumimos
El verso final resultaría cursi por su exagerada ocurrencia, si no fuera por la neutralidad descriptiva de las líneas anteriores y la fina carga polisémica del verbo, en la que siento, a la vez, espontaneidad juvenil, guiño crítico y conciencia temporal. Con todo, gracias a esa latente sensación cursi, el poema desprende, desde su comienzo, una cómplice e instintiva ternura. En los poemas amorosos, el halo cursi aparece en imágenes y expresiones algo gastadas o extravagantes y, sobre todo, determina la perspectiva y el ambiente eróticos. Hahn dota a nuestra poesía ―poco afortunada en estas lides― del auténtico sentido del erotismo, que tiene menos que ver con la actividad sexual propiamente dicha que con esa manera excitante entre púdica y desinhibida de relacionarse imaginativamente con ciertas tareas y prendas íntimas. Tareas y prendas que sustituyen la presencia deseada, como en «Fantasma en forma de toalla» (Apariciones profanas, 2002):
Sales de la ducha chorreando aguay te secas el cuerpo con mi piel de toalla
Y hay algo que te empuja a frotarte y frotarteentre los muslos húmedos
Entras en un terrible frenesíen una locura parecida a la muerte
hasta que otra humedad más densa que el aguate empapa la carne con su miel pegajosa
y tú aprietas las piernas y gimes y gritasy yo te lamo entera con mis lenguas de hilo
Lo cursi ―siguiendo reflexiones del mencionado ensayo de Hahn― supone también una desesperada respuesta al horror al vacío a través de una abigarrada retórica que pretende tapar los huecos sin fondo del espíritu. Como Hahn, a pesar de todo, prefiere la lucidez despejada, mirar cara a cara el destino del hombre, opone a esa exuberancia la brevedad, la claridad y la tersura, expresadas en un verso limpio y fluido, donde la frase y la idea suelen coincidir bajo un ritmo que tiende a la igualdad estrófica. En este sentido, la depuración máxima la encuentro en los poemas formados por estrofas de dos versos, genuinos pareados sin rima que la idea y el ritmo enlazan. Esta estructura sugiere la levedad incorpórea de algunos poemas dedicados a fantasmas y en «Sociedad de consumo» tanto los pasillos que forman los largos estantes paralelos de un supermercado como los dos amantes que los recorren y que se funden en el último verso del poema, que queda suelto.
Estas cualidades formales distinguen la poesía de Óscar Hahn de la corriente chilena más caudalosa, aunque recibe de ella su atrevimiento imaginativo. Su obra lleva a cabo, por su variedad de tonos, formas y enfoques, una especie de relectura de todas las épocas poéticas, desde la medieval a la contemporánea hasta aglutinar toda clase de materiales, incluido los provenientes de ámbitos desdeñados por la cultura.
[1] Óscar Hahn, «Julio Herrera
y Reissig o el indiscreto encanto de lo cursi», en Magias de la escritura (Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 2001).
Publicado en Sibila, revista de Arte, Música y Literatura, n.º 56 (Sevilla, octubre de 2018).