He publicado cuatro libros de poesía aunque, en verdad, sólo el tercero y el cuarto apuntan, al menos, búsquedas propias. Los dos primeros, hechos de lecturas miméticas y de tentativas algo precipitadas, remiten a un impulso vital inmediato. Son víctimas del imborrable entusiasmo de sentirme poeta sin serlo todavía. Poco a poco –once años median entre el segundo y tercer libro– me fui dando cuenta, gracias a una creciente conciencia de lector, de que ni siquiera unos cuantos poemas logrados hacen a un poeta y de que, para hacerlo, esos poemas tienen que estar al servicio de una manera personal o necesaria de convivir con sus incertidumbres, sus certezas y contradicciones. Leer a los demás y leerme a mí mismo me ha dado una idea artesanal de la creación poética que considera al lenguaje un instrumento, cuya eficacia se revela nada más que en el trato cuidadoso y conveniente de sus elementos. Así, la lectura –que es parte del oficio de poeta–, al entreverarse con la práctica de la escritura, me ha ido descubriendo cómo las obras ajenas delimitan la mía, marcando, junto a mis íntimas inclinaciones, el espacio temático y formal de mis poemas. En este sentido, encontrar un mundo propio significa también, hasta cierto punto, expresar aquello que la tradición poética necesita decir o recordar, en un momento dado, a través de uno de nosotros.
Desde esta conciencia artesanal, cada vez más aguda, escribí Maneras de vivir y A morir no se aprende, libros que ahora siento complementarios, como las dos caras de una misma moneda. Si Maneras de vivir vislumbra las relaciones entre el ser y el no ser, sobre todo en los animales y las cosas, A morir no se aprende aborda sin tapujos ni discurso alguno, desde diversas perspectivas y vivencias personales, la realidad de la muerte. De ahí, su carácter más confesional aunque contrarrestado por un despojamiento a ultranza. De modo que en el poema sólo quede el hecho que se cuenta, desnudo e incuestionable. Y, a través de él, el lector sienta, sin siquiera decírselo, algo de lo que yo sentí que, en el fondo, es lo que sentimos todos.
Junto a ambos libros, incluyo, bajo el título de El espanto seguro, dieciocho poemas nuevos. Ellos son mis poemas reunidos.
Carmona, abril de 2007.
Texto incluido en Hasta el último hueso (1998-2007), ed. El otro el mismo, Mérida, Venezuela, 2007.