Palimpsesto: manuscrito antiguo que
conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.
R.A.E.
No
es frecuente que un ayuntamiento de una ciudad pequeña, sin tradición editorial,
acepte, de buenas a primeras, la propuesta de publicar una revista dedicada
sólo a la poesía, si tenemos en cuenta el general temor a las expresiones
minoritarias y la escasa o nula rentabilidad política de las mismas. Además,
dicha propuesta planteaba atender a la creación foránea, desmarcándose casi por
completo de la local. Sin embargo, el proyecto que Agustín María García López y
yo presentamos al gobierno municipal de 1989, fue aprobado sin mayores reparos.
Y el primer número de Palimpsesto apareció
en la primavera de 1990.
Su periodicidad, al principio
semestral, es anual desde hace bastantes años. Dicho cambio en el ritmo de
salida se debió a la conveniencia de aumentar las páginas de cada número y a
las mejoras formales que requirieron los sucesivos diseños. Ya en el tercero,
que lleva siete años vigente, siendo así el más estable y reconocible de todos,
García López abandonó la revista y, a partir de entonces, Rosario Acal, mi
mujer, y yo la continuamos hasta hoy.
*
Una
revista encuentra su razón de ser en referencia a las que comparten con ella el
mundo literario, ocupando ese hueco que las otras dejan libre. Suele ocurrir que
ese hueco coincida con las necesidades estéticas de quienes fundan la revista.
De modo que uno acaba descubriendo que se embarca en tal aventura para leer a
esos autores que las demás ignoran o no se han preocupado por ellos. Sin esta
especie de inquieto entusiasmo ninguna publicación de este tipo tendrá espíritu
propio.
Así, sentíamos que Palimpsesto debía dedicar casi todas sus
páginas a la creación poética, no a la crítica que, con demasiada frecuencia,
aporta muy poco, cohíbe nuestro trato directo con los poemas y condiciona su
disfrute. Otra cosa es el ensayo, esa tentativa de transmitir el gusto por algo
sin estar al servicio de la novedad más pasajera.
Nos interesaba la poesía escrita
fuera del país, en otras lenguas e, íntimamente, la hispanoamericana, sobre
todo la de las últimas décadas, casi desconocida por entonces en España. Palimpsesto ha publicado a poetas de muy
diversas lenguas, desde el idish –a punto de desaparecer– al coreano, pasando por el griego antiguo y moderno,
francés, inglés, alemán, portugués, checo, polaco, ruso, japonés o chino. Pero
ni la variedad ni la cantidad garantizan la calidad de lo traducido. Para
garantizarla y evitar el mero exotismo, nos dirigimos a traductores avezados en
la tradición poética de tal o cual idioma y de los que ya hubiéramos leído
algún trabajo anterior. Sirva como ejemplo las tres veces que Clara Janés
colaboró con nosotros, sin duda la persona más entregada a estos menesteres en
España.
Mayor exigencia, si cabe, nos
propusimos a la hora de publicar a poetas hispanoamericanos. Nuestra intención
ha sido, desde el primer momento, dar número a número una idea aproximada y
coherente de la poesía de cada país hispanohablante, hasta comprobar que cada
uno ha desarrollado, a partir de un tronco común, su propia tradición poética y
que, por consiguiente, la nuestra –después de quinientos años de compartir
una lengua– es sólo una de ellas. Así pues, este
interés principal por la poesía hispanoamericana viene de la conciencia de que
sin su conocimiento, la poesía española languidece.
En este orden de prioridades,
publicamos a poetas españoles que, por situarse al margen de las modas,
aparecen poco en revistas y, sin embargo, merecen ser divulgados.
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Puestas
así las cosas, Palimpsesto no es una
revista de escuela o grupo. Pero tampoco pretende constituirse en una especie
de cajón de sastre donde quepa todo sin exigencia alguna. Su espíritu, por
tanto, depende del rigor y de la amplitud de miras que, como lectores,
mantengamos quienes la dirigimos. De este modo, la finura de criterios es la
cualidad que impide, en última instancia, que una revista de creación se
convierta en un catálogo general e insípido. En este sentido, es importante que
ciertos apartados de la revista tengan siempre más peso que el de las
colaboraciones de poetas que empiezan o de aquellos, que habiendo desarrollado
una obra digna, casualmente hayan entregado textos menores. Así, cada número de
Palimpsesto se acompaña de una
separata con todas las características de un libro de poesía, que ofrece una
muestra representativa de un poeta mayor –normalmente de Hispanoamérica–, cuyo trabajo no ha sido recogido por las editoriales
españolas. Palimpsesto, pues, va
creando su propia colección de poesía.
*
De
1989 hasta hoy, España se ha interesado cada vez más en la poesía del mundo,
particularmente la escrita en nuestra lengua. Sin embargo, dicho interés parte
de las editoriales, no de las revistas que, salvo algunas, siguen
desentendiéndose de la poesía extranjera o, en el mejor de los casos, le
dedican páginas marginales. Además, las editoriales anticipan obras
insustanciales en detrimento de otras realmente significativas, dejando vacíos
que revistas modestas como la nuestra deben cubrir. Y al hacerlo a la chita
callando, mantienen alerta y reorientan la sensibilidad poética que, en el
fondo, es la que impulsa y nutre los distintos modos de manifestación artística.
La experiencia de Palimpsesto nos
recuerda el respeto y la confianza que debemos siempre a la noción de minoría,
tan equívoca y cambiante. Es a través de ella como nos defendemos de las
discriminaciones interesadas de la publicidad y del marasmo de los tópicos.
Después de casi quince años de
trayectoria, Palimpsesto ha generado
una red de relaciones e intercambio con instituciones y revistas de muchos
países sin apoyo mediático alguno. Por extraño que parezca a quienes están
fuera del mundo de la poesía, este hecho no es mérito exclusivo de quienes la
dirigimos, sino el natural resultado del espíritu que anima la creatividad
humana desde sus orígenes.
Pero no quiero decir con esto que
abandonemos la revista a su suerte. El conocimiento que hoy se tiene de ella,
dentro y fuera de nuestras fronteras, demanda ser aprovechado, en beneficio de
Carmona, más amplia y decididamente por la institución pública que la sostiene,
dotándola de una infraestructura administrativa estable y centrando en ella los
eventos literarios de la ciudad.
*
Nuestra
vocación cosmopolita sale también al paso de la tendencia endogámica de la
poesía española y, sobre todo, andaluza, cuya vieja y rica tradición la ha
hecho conformarse en exceso con ella misma. Esta falta de aire fresco afecta
especialmente a la poesía escrita y publicada en Sevilla que, en este aspecto
como en tantos otros, ha olvidado que dejó de ser hace mucho un centro de
cultura viva a juzgar por su congénita complacencia.
Ante este panorama, consideramos que
la importancia histórica de Carmona y el hecho de que esté al margen de las
cuitas literarias, favorecen la creación de una revista para que, a través de
ella, la ciudad se asome al mundo, en este caso de la poesía, como el mundo se
asoma al palimpsesto arqueológico de sus piedras.
Publicado
en CAREL, Revista de Estudios Locales (Carmona, Año III, nº 3, enero de 2005).