Ahora que ya te has ido
para siempre en pleno
sueño,
aunque no me conociste,
me animo a hacerte unos
versos.
Qué bien te entiendo yo
siempre
a través de tus silencios,
silencios que en tus
poemas
dicen aún más que los
verbos.
Como no sé cómo suenan
en polaco tus desvelos,
tu sentido del humor
–tan inquietante y
perplejo–,
los imagino en mi lengua
a través de esos
silencios
que en español o polaco,
muestran los mismos
misterios.
Estupor e incertidumbre,
esos hermanos eternos,
parecen entre tus líneas
encontrarse en su
elemento.
Tus palabras se
conforman
con dar el tono concreto
para que hablen por sí
solos
las situaciones, los
hechos.
Ahora que ya te has ido,
con gratitud te confieso
que he tratado de
callarme
a tu manera en mis
versos,
callarme con otros
ritmos,
otra métrica, otros
ecos,
no los tuyos, y nombrar,
sin nombrar, mi desconcierto.
Qué bien me entiendo a
mí mismo
cada vez
que te releo.
Publicado en Sibila, revista de arte, música y literatura, nº 43 (Sevilla, abril de 2014)