PALIMPSESTO. Revista de creación. |
PALIMPSESTO 32. Contenido. |
Patio de la Casa palacio de los Briones. ©Jerónimo Santana Falcón
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©Fernando Romero
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Ramón Gavira (concejal de Cultura), Juan Ávila (alcalde), Fran Cruz y Antonio Requeni.
© Jerónimo Santana Falcón
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©Fernando Romero
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PALIMPSESTO 32
©Fernando Romero
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José Moreno Villa, exiliado en
México, anotó en sus memorias, a mediados del siglo XX que «el pasarlo bien es
una forma moderna de la enfermedad». Esta sorprendente idea, más propia en
principio de un masoquista apocalíptico que de un poeta atento a su época,
lejos de perder vigencia, refleja con exactitud nuestra disposición actual ante
todos los órdenes, incluido el de la cultura. Una especie de contagiosa pereza
intelectual o autocomplacencia acomodaticia nos ha ido convenciendo de que lo
divertido es un ingrediente básico de cualquier actividad estética, sin el cual
esta no merece la pena ser llevada a cabo. El entretenimiento, por sí solo, se
considera hoy un elemento de juicio tan favorable que puede justificar, por
encima de otros aspectos, un producto mediocre. Como consecuencia de ello, las
líneas divisorias de ciertas escalas de valores se borran y, en esta suerte de
cajón de sastre, todo acaba teniendo la misma importancia.
La poesía, como las demás artes, ni mucho
menos escapa a esta confusión, donde la falta de criterios hace del éxito de
público o de ventas nuestra única vara de medir. Ante este desconcertante
panorama, en el que las minorías corren el permanente riesgo de ser
menospreciada, cómo no agradecer una vez más la sostenida confianza del
Ayuntamiento de Carmona en Palimpsesto,
que dura ya veintisiete años, y que nos obliga a vigilar siempre nuestro nivel
de exigencia, desestimando el desaliño, la ocurrencia o la mera improvisación,
tan recurrentes hoy.
En
este nº 32 de nuestra revista, cobra especial relevancia la remota y fructífera
alianza entre poesía y música. Al respecto, en reconocimiento a su indeleble
labor artística y cercanía con Palimpsesto,
publicamos una extensa entrevista con Amancio Prada ―donde se refiere, entre
otros muchos temas, a su convivencia con las canciones desde niño― y una
muestra de poemas de Aquiles Nazoa (Caraca, 1920-1976), presentada por el
músico y compatriota suyo Bartolomé Díaz Sahagún, miembro, junto a Andrés
Barrios, del dúo El taller de los
Juglares, que recientemente ha puesto música a poemas, ya clásicos, de
Nazoa, cuyas fábulas humorísticas en verso, de índole crítica, no exentas de
ternura, pertenecen a la memoria colectiva de Venezuela. Tanto Amancio Prada
como Bartolomé Díaz explican con detalle, según la experiencia creativa de cada
uno, sus modos compositivos para hacer de un poema una canción.
Aunque perteneciente a la misma
generación de Aquiles Nazoa, a diferencia de su tono popular y jocoso, el de la
colombiana Meira Delmar (Barranquilla, 1922-2008) es delicado e intimista.
Dotados de un depurado lirismo rayano en la evanescencia, los diez poemas y las
dos prosas que de ella publicamos, introducidos por Valerie Osorio, estudiosa
de su obra, nos hablan casi en susurro de la soledad, el desamor, sus ancestros
libaneses, de la condición fantasmal del tiempo…, en estrofas normalmente
medidas y rimadas, acordes con la serena ligereza de este mundo interior.
A estos tres amplios bloques, acompañan
poemas del cubano, afincado en Sevilla, José Pérez Olivares, caracterizados por
su hondura conversacional, y del joven mexicano Adán Brand, imbuidos de coraje
y remordimiento.
©Jerónimo Santana Falcón
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El número está ilustrado con imágenes de Armando Reverón (Caracas, 1889-1954), considerado el artista venezolano más importante del siglo XX por su manera de captar la luz del trópico. A lo largo de su vida, atravesada por crisis depresivas que influyeron en la progresiva introspección de su obra, abordó, entre otros temas, las naturalezas muertas, el paisaje, el autorretrato y el desnudo femenino. Además de sus pinturas, elaboró inquietantes muñecas de trapo, a tamaño natural, a las que les hizo vestidos, pelucas y numerosos objetos que enriquecieron el mundo imaginado en torno a ellas, desdibujando el límite entre lo real y lo ficticio. Reverón, Nazoa y el músico Bartolomé Díaz Sahagún representan sin duda en estas páginas de Palimpsesto la Venezuela civilizada, culta y creadora.
"Reláfica del negro y la policía" de Aquiles Nazoa,
en versión musical de El Taller de los Juglares
en versión musical de El Taller de los Juglares
Videoarte de José Luis Cheo Martínez del romance "Reláfica del negro y la policía" de Aquiles Nazoa, interpretado por El Taller de los Juglares
©Fernando Romero |
©Jerónimo Santana Falcón
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LA PALABRA EN EL TIEMPO
de ANTONIO REQUENI
©Fernando Romero
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Si cuidadosa es la elección de
los contenidos de la revista, mayor celo ponemos a la hora de decidir el autor
al que dedicarle el libro de nuestra colección. En este caso, a Chari y a mí
nos bastó leer unos pocos poemas del argentino Antonio Requeni para darnos
cuenta de la belleza formal y el calado humano de sus versos, cuya calidad
espiritual se corresponde sin duda con la finura de trato que el poeta me
dispensó en las numerosas conversaciones telefónicas que durante los cinco o
seis últimos meses hemos mantenido. En ellas advertí esa hábil mezcla de
firmeza de criterio y receptividad que tanto me ha servido para preparar al
gusto de ambos este volumen antológico, primero de los suyos que aparece en
España. Ya su título, La palabra en el
tiempo, nos indica su filiación machadiana, a favor de una poesía cálida,
entrañable, afectuosa, escrita en versos de sensual plasticidad, heredada de la
generación del 27, con reminiscencias de nuestro Siglo de Oro.
Hijo de padres españoles, aunque nacido
en Buenos Aires en 1930, parte de su niñez transcurrió en Valencia. Quizá esta
circunstancia familiar haya reforzado tempranamente su empatía por ciertas
estructuras tradicionales como el soneto o la suave combinación de heptasílabos
y endecasílabos en tiras de versos sueltos. Alejado, sin embargo, de la rigidez
métrica, el fluctuante ritmo de sus poemas se acompasa gratamente a un tono a
la vez lírico y narrativo, muy propicio a la meditación efusiva.
En este orden de cosas, el afán prioritario
de Antonio Requeni consiste en ser entendido por el lector, tocar de modo
cordial su fibra sensible. De ahí que, en un poema en prosa, dirigido a
Alejandra Pizarnik, ya desaparecida, le confiese que, contrario a la oscuridad
retráctil y abismada de los versos de la poeta argentina, «yo opté por la
comunicación y el sentimiento».
©Jerónimo Santana Falcón |
El ejercicio del periodismo, como él ha
manifestado, lo sacó hasta cierto punto de sus ensimismamientos para prestar
atención a su entorno y dotar de finas cualidades descriptivas su verso. Su
condición de asiduo viajero por motivos profesionales le ha dado a algunos
poemas suyos ―sobre todo a los que testimonian su paso por tantos lugares de
Europa y América― cierto aire ocasional sin dejar de trascender por ello el
mero apunte. Por esta razón, pienso que, al leer su poesía, Requeni se preocupa
menos de darnos una visión unitaria de la realidad que de transmitir la verdad
de cada momento vivido.
Esta actitud abierta enriquece las
perspectivas y tonos de una poesía tan emotiva como lúcida, en la que el lector
reconoce de inmediato sus propias experiencias del amor, la infancia, la vejez,
la marginación social, los asombros cotidianos, los azares de la historia, su
escritura misma y, en definitiva, permeándolo todo, la inasible fugacidad del
tiempo. En este sentido, la sensibilidad del niño, tan presente de diversas formas
en su mundo poético, se alía al curso del tiempo, cuyo paso solo advertimos
cuando ya no está, como conmovedoramente expresa «Piedra libre», poema de corte
alegórico, que alude al juego del escondite entre el padre y sus hijos. Por
esto, para Antonio Requeni, la poesía es, según reza un verso suyo, «una
nostalgia que a vivir ayuda».
©Jerónimo Santana Falcón
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©Jerónimo Santana Falcón
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©Jerónimo Santana Falcón
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Antonio Requeni firmando libros ©Fernando Romero |
©Jertónimo Santana Falcón
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Carmen Herrera (diseñadora de Palimpsesto), Chari Acal, Fran Cruz, Antonio Requeni y su esposa Virginia. ©Fernando Romero
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Celebrando en el restaurante del hotel Alcázar de la Reina con unos amigos, fieles lectores de Palimpsesto, la noche de Antonio Requeni ©Fernando Romero.
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Casa Palacio de los Briones, sede de Olavide en Carmona, 26 de mayo de 2017.