viernes, 24 de junio de 2011

XI FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE BOGOTÁ

Lectura en la Universidad Central. Con Isaías Peña y Carmen Nozal.
Inauguración del Festival en la Real Academia Colombiana. Homenaje a Giovanny Quessep.
RCN TV entrevista a Fran Cruz en la Casa Silva
Fran y Chari, tomando el canelazo en la Casa Silva
Con Armando Romero y Alberto Benavides en la Casa Silva
Con Esther Zarraluki
Con Luis Miguel Madrid
Lectura en la Biblioteca Nacional. De izqda. a dcha.: Rafael del Castillo, Esther Zarraluki, Francisco José Cruz, Luis Miguel Madrid y Rodolfo Dada.
De izqda. a dcha.: Giovanny Quessep, Esther Zarraluki, Francisco José Cruz, Armando Romero y Rafael del Castillo (director del Festival).
Mesa redonda con Luis García Montero. Modera Anna Mª Rodríguez. 

POESÍA ESPAÑOLA E HISPANOAMERICANA: UNA DICOTOMÍA FALSA
por Francisco José Cruz

Como no soy un estudioso sistemático de nada y sobre las múltiples vertientes del tema por fortuna ya los tenemos muy competentes a ambos lados del Atlántico, prefiero abordarlo desde mi experiencia de lector. Así que me ajusto a los últimos catorce o quince años, cuando surgió en mí la necesidad creciente de conocer a poetas de mi lengua y de mi edad que no fueran de mi país. Mi insatisfacción –salvo excepciones, claro- con la poesía española de cualquier tendencia de aquellos momentos, reafirmó, si cabe, mi búsqueda de autores coetáneos de este continente. Por entonces, –al margen de Rubén Darío, César Vallejo, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges y Octavio Paz–, los más próximos en el tiempo eran, entre otros, Gonzalo Rojas, Enrique Molina, Roberto Juarroz o José Emilio Pacheco, que sólo habían editado en España libros sueltos y no siempre representativos suyos. Las colecciones Ocnos y Playor atendían a la poesía hispanoamericana, pero una ya había desaparecido y la otra lo hizo al poco tiempo.
Ante este deficiente e interrumpido panorama, decidí fundar en 1990 y desde la inevitable modestia de Carmona, un pueblo de la provincia de Sevilla, Palimpsesto, una revista de poesía que aún dirijo, cuyo íntimo fin sigue siendo estimular mi escritura con las de América. Con el paso de los años, la revista es algo menos invisible. De modo que su tímida presencia aspira también ahora, junto a otras revistas –pocas en verdad– como Sibila, Atlántica o la ya clásica Cuadernos Hispanoamericanos, a llamar la atención sobre la importancia decisiva que supone para el vigor creativo de nuestra lengua tenernos realmente en cuenta, escribamos desde donde escribamos.
Para ello es imprescindible reparar –cosa que olvidamos con frecuencia, al menos en España– en que no hay una poesía hispanoamericana de un lado y española del otro, a manera de una balanza cuyo fiel se mantuviera en el centro porque sus platillos pesaran lo mismo. En realidad, cada país ha formado su propia tradición poética, acorde con las lecturas que las generaciones han ido haciendo unas de otras, tomando siempre de referencias inmediatas a poetas del mismo país, aunque a la larga, necesariamente, las influencias lleguen de lejos e incluso de otros idiomas. La figura que convendría a esta situación, después de quinientos años de compartir la misma lengua, podría ser una estrella de tantas puntas como países la hablan. Lógicamente, una de estas puntas, nada más que una, representaría a España. Sólo con una idea coherente de las relaciones internas entre movimientos y soledades de cada tradición lograremos que, al hablar de generaciones, las fronteras no sean geográficas, sino estéticas. Esto daría un estado de intercambio natural y continuo que no se da hoy, pues muchas veces desconocemos a los poetas que escriben junto al que estamos leyendo y a los que empezaron a escribir antes que él y entre los cuales el poeta construye su mundo. No estoy proponiendo un listado de enciclopedia, sino el esfuerzo concreto y suficiente para entendernos mejor.
A partir de 1992, año arriba, año abajo, fecha conmemorativa del V Centenario del Descubrimiento, editoriales españolas –algunas no dedicadas exclusivamente a la poesía– no han dejado de publicar, con mayor regularidad que nunca, a numerosos poetas hispanoamericanos. Sin embargo, este auge editorial no se corresponde con la escasa repercusión y el menor influjo que muchas de estas obras ejercen en las nuestras. ¿A qué puede ser debido este desinterés? En parte, a la falta de criterio de las editoriales, que sacan a poetas aún manifiestamente inmaduros y dejan a un lado o editan tarde a los considerados maestros en sus respectivos países, influyan o no en un momento dado. En parte, también, a que no siempre podemos hacernos una idea cabal de la trayectoria de quien nos interese porque sólo encontramos uno o dos libros suyos y distantes en el tiempo. Al hilo de esta segunda circunstancia, hay poetas con su obra casi hecha que empiezan a publicar en España cuando, por diversos motivos, no pueden seguir haciéndolo en sus países. Ocurre que esos libros tardíos no suelen pertenecer a lo mejor de ellos que, inexplicablemente, en muchos casos no aparece nunca.
Pero sería injusto e ingrato que cargara la culpa de dicho desinterés a las precipitaciones y lagunas editoriales, errores propios, si cabe, de la abundancia y variedad de la oferta. La causa principal de esta indiferencia radica en una actitud autocomplaciente de la poesía española actual, actitud que le impide ser más rigurosa consigo misma a la vez que rebaja el grado de exigencia lectora de sus autores, que parecen conformarse con leerse unos a otros. Esto no sólo lo noto en los libros que leo, sino en las escasas y pobres alusiones públicas a poetas recientes o no tanto de Hispanoamérica, en el trato marginal –cuando lo hay– que casi todas las revistas de ahora dan a éstos e, incluso, en charlas informales –pero significativas– con amigos o conocidos.
Tal vez por debajo de este clima indolente esté surgiendo una sincera necesidad de atender y considerar como nuestra a la poesía hispanoamericana. Sevilla, como antaño, tenderá un puente de ida y vuelta con América, pero esta vez a través de la expresión humana más honda y gratuita: la poética.
Con Jotamario Arbeláez
Con Jotamario Arbeléz y Ricardo Silva-Santisteban
Universidad Politécnico Grancolombiano. De izqda. a dcha.: Ricardo Silva-Santisteban, Jotamario Arbeláez, Chari Acal, Francisco José Cruz y Alberto Benavides.
Universidad de Salamanca. De izqda. a dcha.: Francisco José Cruz, Luis García Montero, Anna Mª Rodríguez, Juan Felipe Robledo y Giovanny Quessep.
Casa de Poesía Silva. Mesa redonda con Luis Miguel Madrid y Ramón Cote. 
Teatro Universidad de la Salle. Homenaje a María Mercedes Carranza con la Filarmónica de Bogotá. Fran recita su poema "La suicida".

Biblioteca Virgilio Barco. Con la niña Alondra y Mª Antonieta Villamil.
Restaurante anticuario Santa Bárbara. De izqda. a dcha.: Chari Acal, Francisco José Cruz, Melibea Garavito Carranza , Pedro Alejo Gómez (director de la Casa Silva) y Nicolás Suescún.
En la cafetería Oma, con Rogelio Echavarría
Clausura del Festival en la Biblioteca Nacional. De izqda. a dcha.: Sra. de Garcés, Chari Acal, Gustavo Adolfo Garcés, Jorge Cadavid y Patricia Valenzuela.
XI Festival Internacional de Poesía de Bogotá, septiembre de 2003.