Desde la adolescencia
ya me acompaña
fijando mis silencios
y mis palabras.
Así que en ella he escrito
todos los poemas,
todos sin excepción
hasta la fecha.
Cuánta paciencia tiene
mi vieja máquina,
pues aún la aporreo
con torpe maña.
El ruido tosco y seco
que hacen sus teclas
acaso está en el fondo
de mis poemas.
Esta maciza Perkins
todo lo aguanta
menos que yo la cambie
por otra máquina.
Y cuando al fin le falte,
qué será de ella,
tan anticuada e inútil
para cualquiera.