lunes, 5 de noviembre de 2012

SUR - ES. Encuentros Interdisciplinarios de Civilización y Naturaleza

El encuentro, convocado por el Parque del Alamillo de Sevilla y creado por José María Sousa, consistió en la invitación de un grupo de escritores y artistas que, durante siete días, visitó el Coto de Doñana y la cuenca baja del río Guadalquivir. La experiencia personal y la estimulante convivencia entre unos y otros, recogiendo todo tipo de información, propiciaron que cada uno de los autores, como conclusión de su visita, aportara su propio trabajo al Cuaderno de Bitácora.

PARTICIPANTES
Jesús Aguado (poeta)/Vicente del Amo (fotógrafo)/Pedro Bacán (guitarrista flamenco)/Antonio Calvo Laula (escritor)/Félix de Cárdenas (pintor)/Francisco José Cruz (poeta)/Miguel Delibes de Castro (biólogo)/Juan Fernández Lacomba (pintor)/Chantal Maillard (poeta y filósofa)/José Ramón Moreno (arquitecto)/Juan Francisco Ojeda (geógrafo)/Alejandro Sosa (fotógrafo)/Antonio Sosa (escultor)/José María Sousa (creador del Encuentro)/Antonio Zoido (director del Parque del Alamillo)

Viaje por el río Guadalquivir: Francisco José Cruz, el guitarrista flamenco Pedro Bacán, el fotógrafo Alejandro Sosa y, al fondo, de espalda, la poeta y filósofa Chantal Maillard.
Viaje por el río Guadalquivir: Francisco José Cruz, Alejandro Sosa y el poeta  Jesús Aguado.
Viaje por el río Guadalquivir: Fran Cruz y José María Sousa, creador del Encuentro
Viaje por el río Guadalquivir: Jesús Aguado, Francisco José Cruz, Chantal Maillard y el biólogo Miguel Delibes de Castro. 
Coto de Doñana, chozas de las marismas: con el escritor Antonio Calvo Laula.
Coto de Doñana, chozas de las marismas.
Coto de Doñana, chozas de las marismas: Chari Acal, Fran Cruz y José María Sousa.
Coto de Doñana, dunas: con José María Sousa y Jesús Aguado
Coto de Doñana, ojo de las marismas
En la orilla del mar: con el escultor Antonio Sosa y el pintor Félix de Cárdenas
Fran y Chari rumbo a Sanlúcar de Barrameda
Sanlúcar de Barrameda, Casa Bigote: con Antonio Calvo Laula
De nuevo en el río, rumbo a Sevilla: con el pintor Juan Fernández Lacomba y Jesús Aguado.

Los siguientes poemas de Francisco José Cruz, que años más tarde se integraron en su libro Maneras de vivir (1998), surgieron a raíz de este fecundo viaje.


Maneras de desarbolar
  
I

La sombra se le queda
desorientada
después de que un hachazo
lo derribara.
La sombra, de repente,

ya no se alarga
ni se acorta. La sombra,
desarraigada,
espera que también
la trunque el hacha.

II

El viento lo sacude
y lo sonsaca.
No sé qué busca el viento
entre sus ramas
que el árbol no descubre.

El viento asalta
su copa y lo registra
y desarraiga,
hasta que, al fin, lo tumba.
El viento pasa.
  
III

También escucha el árbol
a su manera:
estiradas las hojas,
el tronco alerta
y erguido en su tensión,

porque se acerca
el fuego crepitando
hasta que llega
a su altura. Ni un pájaro
canta su ausencia.

 IV

 A veces, vuelve el tiempo
a tener ganas
de que la eternidad
de un árbol
                caiga
sobre cualquier sopor

de la mañana.
Así, el árbol se deja
caer sin lástima,
sin que ni un solo árbol
mueva una rama.


Manera de comer

Tengo en el plato, ya partido,
un pedazo de carne
de venado que corre por detrás de las dunas
mientras yo lo mastico y lo digiero
tan despacio
que acaso también él se haya parado
en cualquier tronco absorto del camino.

El cuchillo raspando sobre el barro del plato
me chilla que ahora mismo
él escarba en la tierra.
Y el sabor de su carne le va dando
al deleite furtivo de mi lengua
la tensa fruición de la berrea,
que a la noche extenúa con su celo.

La salsa me revela
que acaban de abatirlo en un recodo
implacable del bosque.
Cuando dejan los buitres en la arena
solamente los huesos
esparcidos
sobre un charco de sangre,
el plato está vacío.


Maneras de biólogo

 Ha adoptado la espera de un árbol en medio del invierno.
Sabe quedarse quieto entre los pliegues absorbentes del día
y pedirle prestados a un águila los ojos,
que en la altura contemplan algo que en los suyos no existe.
No busca descifrar la lengua de los pájaros,
porque ha descubierto que los pájaros
jamás necesitaron decir nada.
Ha aprendido a quitarse las huellas de los pies
y pisar de puntillas por la sombra de un lince.
A veces, la belleza es una incógnita del paisaje
y ninguna ecuación es capaz de despejarla.
Casi siempre resuelve en el papel
aquello que en la vida sigue siendo un misterio.
Un asombro excesivo puede desorientarlo.
Se atreve a poner nombres a plantas y a insectos
que acaso no existían por no tener palabra.
Siente mejor que nadie que él es otro animal.
Por esto, fácilmente, se olvida de sí mismo
y por esto le resulta la muerte
la forma más sencilla de que siga la vida.


El ausente

 A Dios le vienen bien las negaciones
que su ubicua inmateria provoca en tanta gente.
Controversias y dudas contribuyen
a que Él siga haciendo tan sólo lo que crea
conveniente, sin tener que cambiar
sus programas de vidas y de muertes,
porque ya casi nadie lo va teniendo en cuenta.

A Dios no le interesa que entendamos sus obras,
sus magnánimos gestos, su visión a distancia.
La ambigüedad de todo así lo salva
de hacer revelaciones engorrosas.
Él prefiere que olvidemos que existe.
Por esto en cualquier sueño puede darle
por bendecir a todos
los que jamás en Él han confiado
y así les agradezca
la inestimable ayuda que le siguen prestando
para dejar de ser alguna vez, quién sabe,
incluso su inmateria.


Esturión en un acuario

Viene del origen del mundo, por eso habita
en el fondo del mar, que es el fondo del tiempo.
Atravesó los siglos bajo el vidrio cambiante
de las aguas, para reproducirse
y atender el reclamo de lo eterno,
hasta llegar aquí:
espacio en que el final
del mundo ha levantado paredes de agua fija.
Quizá busque salir porque tantea
con sus barbillas táctiles.
El cristal es un agua que no tiene retorno
y así la transparencia no es más que un espejismo.
Extinguida su especie en esta cuenca
de largas amalgamas, sobrevive
en el agua estancada del destiempo.
Por ella sube y baja, sube y baja,
resignado tal vez al cautiverio
sin fin que lo condena
a no volver al mar y a no morir.
Su destino, por tanto, sigue siendo
nadar contra corriente,
aunque ya no remonte ningún río
y tan sólo se adapte
a estar fuera del mundo.
Hoy lo vemos flotando en un futuro
que no le corresponde
y, a salvo de la vida, vive aún.

Coto de Doñana y cuenca baja del Guadalquivir, octubre de 1994.