lunes, 30 de mayo de 2011

LECTURA EN LA CASA DE POESÍA SILVA

Pedro Alejo Gómez (director de Casa  Silva), Francisco José Cruz y Mario Rivero

PRESENTACIÓN DE MARIO RIVERO

Poeta Francisco José Cruz y señora Chari de Cruz.
Doctor Pedro Alejo Gómez, director de la Casa Silva.
Señoras, señores:
nos reunimos aquí esta noche en la conmemoración de los 20 años de existencia de la Casa de Poesía Silva y, por iniciativa de su director, el doctor Pedro Alejo Gómez, para ofrecer, con esta ocasión, un merecido reconocimiento al poeta español Francisco José Cruz, a quien queremos honrar como poeta y por su afecto a Colombia. Por su contribución a las relaciones entre España y nuestro país, al ayudarnos a conocernos mejor, mediante encuentros, lecturas y conferencias, coordinadas por él, en la Casa de los Poetas de Sevilla, España, que dirige con tan amplia generosidad, abriéndonos horizontes y permitiéndonos incursionar en otros ámbitos. De igual manera, desde las páginas de la revista de creación Palimpsesto, de calidad indiscutible, también bajo su dirección, y orientada fundamentalmente a la divulgación de las letras hispanoamericanas, abriendo otro campo hospitalario y, casi un refugio, a la poesía colombiana, tan sin cabida hoy en nuestros medios de comunicación masivos. Y sin olvidar tampoco, finalmente, lo que representa para la poesía latinoamericana contemporánea, la colección de autores, patrocinada también por Palimpsesto, y de cuyo fondo editorial hacen parte nombres como el de Antonio Porchia, Roberto Juarroz, Antonio Deltoro y Eugenio Montejo, entre otros.
Compilador, editor, promotor, saltan pues a la vista los vínculos que unen a Francisco José Cruz con América en su manifiesto deseo de poner en valor y en alza nuestras letras y, sobre todo, a la poesía, tendiendo un puente entre los dos mundos literarios, desde Palimpsesto y desde esa gran casa de poesía de Sevilla, en donde los poetas, tan a la intemperie en el contexto actual que hasta parecen haber vuelto a vivir bajo el antiguo canon de “malditos”, han encontrado allí contemporáneamente un nuevo y reconfortante Parnaso.
Francisco José Cruz se presenta así, aquí esta noche, para una lectura de sus textos, dentro del lanzamiento de las ediciones colombianas de sus dos libros más recientes: Maneras de vivir, con el que obtuvo el Premio Renacimiento, en Sevilla, España y A morir no se aprende.
Desatendiendo tal vez el axioma que enseña que en poesía nada puede ser explicado, se podría decir que estos dos libros reúnen la experiencia lírica del hombre que se mira a sí mismo en su transcurrir. Y se reconoce. Y desde ese reconocimiento, y desde ese nudo casi ineludible que liga la poesía moderna con la sinceridad, y desde esa su intuición privilegiada, se inventa en la escritura y penetra en la subjetividad del otro, quebrantando así su soledad. Experiencias pues de la soledad y de la comunicación, amasadas con sentimientos y percepciones en poemas que no son confesiones, sino revelaciones… Maneras de mover recuerdos y palabras. Maneras de explorar su fuera y su dentro. Maneras de pronunciar y de enunciar el mundo. De comprender y amar. De participar, comprometerse y descifrar el texto de la vida, de hurgar inquisitivamente por entre los resquicios de la realidad, y de tornar palabra lo que es silencio, o asombro, o estremecimiento, pero siempre bajo el principio luminoso de sutileza y sencillez, como un arquero lírico que, aún en medio de la noche, da en el blanco.
Conmueve, pues, ver cuán hondo es capaz de sentir este poeta de vocación heroica que, aun constreñido por la invidencia, siempre ha estado, está y seguramente seguirá estando rodeado por los demás, al servicio de la cultura, de pie en la batalla, y en el pleno ejercicio de la dignidad humana, inmerso de lleno en el mundo. Emocional, espiritual y corporalmente, trajinando con la palabra, dentro de todos los proyectos que le toca animar, dirigir y llevar adelante, incluido el de coadyuvar para que la historiada y hermosa Carmona, en donde reside, sea declarada Ciudad de Patrimonio Mundial; y enfatizando siempre con su actitud y sus ideas, que la pasión debe acompañar todos los actos que se emprenden.
La pasión de escribir se muestra así en Francisco José Cruz siempre semejante a la pasión de vivir y de dar vida a su palabra de una manera totalmente sincera, sin desmesuras experimentales, ni rebuscamientos oscuros. Sin gongorismos ni los que se llaman hoy en su país, “venecianismos”. Casi desde una enseñanza becqueriana, en donde los poemas fluyen por un cauce que desborda hacia otra latitud, hacia otra vislumbre última de relaciones y significaciones, en donde palabras corrientes y normales como la propia vida alcanzan un margen de resplandor, un fondo íntimo de frescura, alguna resonancia o vibración inusitada, en esa intuición suya del lenguaje entendido como transparencia y al mismo tiempo como sustancia del misterio. Poesía, pues, que es sentimiento y no artificio. Cosa del alma y no de laboratorio o gabinete. Poesía que no tiene por objetivo deslumbrarnos, pero que tiene el don de seducirnos.
Es pues motivo de honda satisfacción que la Casa Silva me haya dado el privilegio de dar la bienvenida a este destacado exponente de la poesía española contemporánea. Muchas gracias entonces, doctor Pedro Alejo Gómez, muchas gracias al poeta Cruz por haber aceptado esta invitación y muchas gracias a ustedes todos por su presencia aquí esta noche.

Al fondo: Federico Díaz-Granados y Juan Felipe Robledo.
Delante: Francisco José Cruz, Mario Rivero y Chari Acal.

De izqda. a dcha.: Pedro Alejo Gómez, Francisco José Cruz y Mario Rivero

Lectura en la Casa de Poesía Silva. Bogotá, 27 de julio de 2006.